martes, 23 de diciembre de 2008

PUES ESO, FELIZ NAVIDAD




Nunca he coronado con una estrella un árbol de Navidad.
Nunca he visto caer la nieve en Navidad.
Nunca he patinado sobre hielo en la pista del Rockefeller Center.
Nunca me he deslizado en trineo sobre la nieve cuesta abajo.
Nunca he saltado una valla de madera ni me he caído de bruces sobre la nieve.
Nunca he regalado mi desayuno de Navidad a una familia desafortunada
Nunca he arrastrado un abeto por las calles iluminadas.
Nunca he visto a Santa Claus entrar por la chimenea ni he colgado un calcetín en la repisa.
Nunca he cocinado un christmas cake con Truman Capote en una cocina mal iluminada.
Nunca he abierto regalos sentada junto a un árbol adornado con bolas de cristal.
Nunca he cantado White Christmas con Bing Crosby al piano.
Nunca he visto nacer cachorros de gato un día de Navidad.
Nunca he visto dormitar a un perro junto al fuego.

Y aun así mantengo mi espíritu navideño intacto.

martes, 9 de diciembre de 2008

SEÑORITA CORAZONES SOLITARIOS


Si tuviera la oportunidad de volver a nacer, no sería lo que soy. Sería la señorita corazones solitarios y tendría la solución a todos sus problemas sentimentales. Si no supieran qué camino deben tomar, allí estaría yo, tecleando la respuesta en la vieja máquina de escribir alemana de mi abuelo.

Si por un descuido se quedaran embarazadas, mi respuesta sería: querida, tenga el niño. No se arrepentirá de traer una nueva persona a este mundo imperfecto.

Si se quedara sin trabajo, le contestaría: querido, ¿su vida sexual funciona? Pues no se preocupe. El trabajo, al fin y al cabo, va y viene.

Si estuviera enfermo, le diría: ¿Hay tratamiento para su dolencia? Si lo hay, dé las gracias y sígalo. Y siempre mire a los que están peor que usted.

Si su vida sentimental es un desastre, pues no se apure. Si lo puede arreglar, arréglelo. Si no, abra la puerta, salga y no mire nunca atrás.

Si por el contrario, está sola, acuda a esa fiesta a la que ha sido invitada, y mire de encontrar a su media naranja. Mi profesora de religión me dijo en su día que Dios siempre enviaba un marido para cada mujer. Un gran consuelo.

Si está solo, búsquese un perro. Sobretodo ahora que llegan estas fiestas entrañables que casi todo el mundo odia. Hay cientos de perros que desearían estar con usted, y dormir a los pies de su cama. Y al apagar la luz para disponerse a dormir, mire a los ojos a ese ser que le acompañará hasta el fin de sus días. Y verá el agradecimiento en su mirada.

Si no entiende a su hijo, mire de recordar lo que hacía usted a su edad. Si persiste en no comprender qué le pasa a su hijo, respire hondo, fúmese el cigarrillo que guarda en el cajón para estos momentos claves y mire de hablar. Y sobretodo, escuche.

La señorita corazones solitarios se retira por un tiempo. Se fuma un cigarrillo y se va a ahogar sus penas en alcohol. Hoy lleva demasiadas vidas a sus espaldas y le cuesta vivir. Porque ella es especialista en arreglar las vidas ajenas.

Pero, ¿quién arregla la vida de la señorita corazones solitarios?

domingo, 30 de noviembre de 2008

CÁSATE CONMIGO




Nunca me lo han pedido, la verdad. Y tampoco se lo he propuesto a nadie. Pero creo que, como todo el mundo, he fantaseado sobre mi propia boda. Igual que me he imaginado un posible (e improbable) suicidio o en asistir a mi propio funeral. Como hizo Tom Sawyer en una de las escenas más divertidas que Mark Twain escribió.

La culpa de mi infortunio se debió al hecho de que una de mis mejores amigas me entregara su ramo de novia después de su boda. Aquel ramo se convirtió en mi desgracia hasta que me deshice de él sin contemplaciones. Cada vez que abría el cajón donde lo guardaba, su triste visión me recordaba que mi boda nunca llegaría.

Una vez al año mi madre bajaba del estante de un armario, una enorme caja de cartón blanco -allí guardaba se vestido de novia- con la intención de lavarlo. Y cuando estaba lavado, seco y planchado mis hermanas y yo siempre le hacíamos la misma petición, mamá, ¿nos lo podemos probar, por favor? Buscábamos un espejo para contemplarnos y discutíamos sobre a quién de nosotras tres le sentaba mejor el vestido. Y sigo pensando lo de entonces: ¡A mí!

El haber visto tantas películas me ha llevado a pensar que si un día me casara, (algo que pongo en duda a estas alturas de mi vida) mi boda sería como la de Robert de Niro y Liza Minnelli en New York New York:
Es de noche y está nevando. Despertamos a un juez de paz y a su mujer, que ofician la boda en pijama. Pero qué importa la estrambótica visión. Somos jóvenes, somos felices y nos queremos.

Otra posible boda sería como la de Rock Hudson y Doris Day en Pijama para dos:
Me despierto en una habitación que no reconozco. Seguramente estoy en un hotel. A mi lado duerme un tipo al que odio. Viste la parte inferior de un pijama a rayas. Y descubro con horror que yo llevo puesta la parte superior del mismo pijama. En uno de mis dedos hay una alianza y acabo de recordar que ayer por la noche bebí demasiado.

¿Y si estoy a punto de celebrar mi segunda boda, pero realmente con quien quiero casarme es con mi primer marido, del que ya estoy divorciada? Pues ahora sería Katharine Hepburn y él Cary Grant en Historias de Filadelfia.

Pero vuelvo a la triste realidad. Al final he aceptado que siempre seré como Bette Davis en La extraña pasajera. Eterna amiga, tía, invitada, pero nunca la novia en una boda.


Post inspirado por El Paseante, que a su vez inspiró a Violette, a M. y a Rita. Paso el relevo.

viernes, 28 de noviembre de 2008

LA MANZANA




Dicen que el mundo está en guerra. Ayer, mientras el mundo estaba en guerra, yo tendía ropa, preparaba un té, compartía una manzana con mi perro, y me fumaba un cigarrillo al sol. Me extrañó que el mundo estuviera en guerra y yo fuera tan feliz. Me acordé del diálogo de Casablanca: El mundo se derrumba y nosotros nos enamoramos.


¿Debería avergonzarme?

jueves, 20 de noviembre de 2008

LA EFÍMERA



“Esto ocurría en junio, en la época de la mosca del pescado, cuando, como todos los años, la ciudad se cubre de tan efímeros insectos”.
“-Están muertas, sólo viven veinticuatro horas. Salen del huevo, se reproducen y la palman. Ni siquiera comen. –Y tras estas palabras metió la mano en la espumosa capa de bichos y trazó sus iniciales: C.L.” Las vírgenes suicidas.

Cuando leí Las vírgenes suicidas, de Jeffrey Eugenides, pensé en hacer un post sobre el suicidio. Pero me asusté, porque hablar del suicidio es un tema demasiado delicado. Lo comenté con mi hija, y le planteé el tema y de cómo lo trataría. Le pregunté si ella alguna vez había pensado en el tema. Me contestó, como todos, supongo.

¿Existe una persona en el mundo que no se haya planteado alguna vez en quitarse la vida? Alguien que hubiera sido siempre completamente feliz, tan apegada a la vida que nunca lo hubiera pensado…

“Dentro, conocimos a chicas a las que nunca se les había ocurrido quitarse la vida”

Cuando alguien decide suicidarse, siempre hay alguna acusación de cobardía. O de valor, pienso yo.

“Desde diferentes caminos, con ojos de colores diferentes o con diferentes movimientos de la cabeza, todos habían descifrado el secreto que conduce a la cobardía o al valor, lo que quiera que sea. Y las hermanas Lisbon siempre estaban delante de ellos. Se habían matado por nuestros bosques moribundos, por los manatíes que mutilaban las hélices cuando se asomaban para beber de las mangueras de los jardines, por montañas de neumáticos viejos más altas que las pirámides. Se habían matado por la imposibilidad de encontrar un amor que ninguno de nosotros ha encontrado jamás. Al final, la tortura que había destrozado a las hermanas Lisbon indicaba una renuncia razonada a aceptar el mundo tal como se les concedía, tan lleno de defectos”

Hoy ha sonado el teléfono mientras dormía. Era mi hermana B.
-Hoy me ha llamado A. para contarme una cosa. ¿Estás sentada?
-Estoy tumbada –he contestado con los ojos cerrados.
-¿Te acuerdas de aquella chica que…? Pues se ahorcó con su propia bufanda.
-Seguramente le faltó amor –es lo único que se me ocurrido contestarle.

He continuado con los ojos cerrados tratando de recordar a esa chica. Quizás escuchar esta canción de Todd Rungren que ilustra este post, le habría salvado de la desesperación. Ojalá hubiera sonado en el momento de su decisión, como en una escena de una película con una buena banda sonora…

“O si alguna vez necesitas una razón para sonreír
Y pasar la noche si crees que debería
Piensa en mi”

Me hubiera gustado que Iduard, antes de cerrar su blog, hubiera escuchado esta canción.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

EL FUTBOLISTA


ECOS INDISCRETOS:

“Que el Barcelona se preocupa de la cantera lo pone en evidencia otro hecho:
Ayer probó en la en Las Corts, a un nuevo jugador. Se trata de M. el interior del A. que al parecer es un muchacho que lleva mucho fútbol en su cuerpo.
Un físico magnífico, espigado, rápido…Los directivos del A. que vinieron con ese jugador, al terminar la prueba dijeron al muchacho:
-Parece que has gustado, noi.
-¿Por qué?
-Porque mañana tienes que venir a entrenar nuevamente.
M. será un buen elemento para el Barcelona.”

Hoy es el cumpleaños del futbolista. Cumple 77 años. Como no le he regalado nada, he pensado en escribirle este post, que espero no lea nunca. Más que nada porque soy poco dada a la demostración de afecto. Prefiero demostrar mi cariño hacia las personas de manera poco habitual. Una hija cariñosa le hubiera besado por la mañana, le habría felicitado y tendría un regalo comprado con días de antelación. Mi regalo ha durado dos años. Le he acompañado en todas sus visitas al oncólogo, silenciosa y atenta a las palabras del joven doctor. Buscando información sobre el cáncer que le afecta y su tratamiento. Armándome de una paciencia de la que carezco. Mirando de subirle el cuello de la chaqueta a la salida del hospital para evitarle un resfriado inoportuno. En definitiva, cuidarle lo mejor que he sabido.


Este mediodía he dedicado dos horas a leer recortes de prensa deportiva. Son fragmentos de crónicas futbolísticas, de partidos de fútbol que transcurrieron hace muchos años…”Interior derecha, temperamental, decidía partidos comprometidos con genialidades, pero era sereno en momentos difíciles como en el lanzamiento de penaltis, faltas y corners. Tocaba la pelota con un efecto y una gracia impresionantes, regateaba como un malabarista y hacía pasadas a los pies de sus compañeros de manera que sólo quedaba rematar a portería…Pude calibrar su gran calidad y puedo hablar también de su humanidad: era amigo de todos. Pero dentro del campo se transformaba, era una inquietud permanente para los defensas del equipo contrario” escribía un periodista deportivo.


He mirado las fotos de sus álbumes con curiosidad. En ellas remata, dibla a jugadores contrarios, celebra éxitos, baja de un avión y saluda a la cámara, le entregan medallas por sus méritos deportivos. Hay una muy divertida. Va vestido con el traje oficial de su equipo y si miras bien la foto, observas que fue capaz de salir a pasear por el centro de una ciudad con zapatillas a cuadros de andar por casa. Era despreocupado y desinhibido. Pero la que más me ha gustado es una: en ella hay una pareja joven sentada en el suelo. Ella mira a cámara y sonríe. Hay esparcidos recortes de periódicos y los están pegando a un álbum. Son mis padres.


Me sé de memoria todas sus anécdotas relacionadas con el fútbol. Un día, mi madre fue a ver un entrenamiento. Se sentó en una gradería acompañada de un libro, esperándole. El entrenador, llamado HH, preguntó a un jugador quién era la mujer. El jugador no supo contestarle. Pero mi padre respondió: es mi novia.
Invirtió su primer sueldo como futbolista en ella. Un precioso anillo de prometida, que muy pocas mujeres han poseído. Cuando mis hermanas y yo éramos pequeñas, siempre le decíamos: Déjanos probar el anillo, mamá. Su efecto era tal, que embellecía esas manos aniñadas y de uñas roídas.
Mi padre tiene y ha tenido unas piernas largas y poco musculosas. El masajista que les atendía acababa pronto su trabajo con él. A su lado estaba Laszy, esperando un masaje para mantenerle en forma, después de una de sus largas noches…


Hay muchísimas más, pero este post se alargaría demasiado y no me gustaría aburriros.

Me he preguntado qué es lo que realmente cuenta en esta vida. ¿Los logros de una persona? ¿Sus éxitos? ¿Sus fracasos? Y he llegado a una conclusión: El mejor y más logrado éxito de mi padre en esta vida, fue casarse con mi madre. El haber tenido cuatro hijos y que éstos a su vez, les dieran a mis padres el mejor regalo que podrían tener en esta vida: tres nietos, dos niños y una niña. Quién sabe si uno de estos tres niños llegará a tener en su día, la magia que mi padre poseía con el balón…

domingo, 2 de noviembre de 2008

ROSAS PARA EMILY


A rose for Emily es una canción de The Zombies. Habla de Emily. Ella cultiva rosas en su jardín y los enamorados se las roban para regalárselas a sus enamoradas. Pero nunca hay rosas para Emily.
Ayer me hicieron un regalo. El cuadro que ilustra este post. Son rosas pintadas expresamente pensando en mí. Me emocioné tanto cuando lo ví...Que cuando llamé al pintor para agradecérselo, me temblaba la voz. Nunca me he sentido más querida como ahora.
Estas rosas nadie me las podrá robar, por mucho que los enamorados entren en mi jardín...

jueves, 30 de octubre de 2008

PANELLET


Panellet: postre típico del día de Todos los Santos en Cataluña, junto con las castañas, boniatos y vino dulce. Hecho a base de mazapán. Los más apreciados son los de piñones.

Bruc está sentado frente a mí. En mis manos tengo un panellet de piñones. Empiezo arrancándolos de uno en uno, como si de una lenta tortura se tratara. Un piñón para el perro, uno para mí. Uno para él, otro para mí. Hasta que llegamos al último. Si soy generosa, se lo come Bruc. Si soy maliciosa, le engaño, y me lo como yo. Si aplico la decisión del Rey Salomón, sujeto el último piñón entre los dientes, me acerco a Bruc, ladeamos la cabeza para no tocarnos con el hocico, y él, con la finura que le caracteriza, coge con sus dientes la mitad del piñón. A veces nos rozamos la lengua, y yo corro al lavabo para restregarme los dientes con el cepillo. De lo contrario, un herpes labial me acompañaría durante dos semanas.
Cuando llega la época de los panellets, es inevitable no acordarme de Juanito, mi abuelo. Tenía una predilección por estos dulces. Pero siempre debían ser de piñones.
Los demás panellets no le interesaban. Cada año atesoraba sus dulces en una caja de hojalata y los escondía en lo más alto de un armario. Siempre me he preguntado a qué se debía su afán por esconderlos de su familia. Total, se los acabábamos robando igual. Sé, como después han confesado, que todos teníamos la misma afición por hacer viajecitos al comedor a escondidas de los demás.
Mi hora preferida para perpetrar el robo era después de comer y antes de volver al colegio. Entraba sigilosamente, dando gracias a la alfombra que amortiguaba mis pasos. Me procuraba una silla, me subía a ella, y con la frialdad que caracteriza al ladrón de guante blanco, cogía la caja, levantaba la tapa, intentando conservar la calma porque si se caía, sería descubierta in fraganti, subida a la silla y con los panellets esparcidos por el suelo. Los miraba y me hacía con uno. Siempre eran de uno en uno, para que no se notara mucho. Lo escondía en el bolsillo del uniforme colegial, devolvía la caja a su sitio y me bajaba de la silla. Luego me iba a otro mueble, y buscaba el vino de Oporto. Abría lentamente el mueble bar, cogía la botella, sacaba el tapón de corcho, y vertía en una copita un buen chorrito de oporto. Me lo bebía de un trago y secaba la copa con el delantero de la rebeca de lana. Acto seguido decía en voz alta: Oporto. Y empezaba el juego de palabras: Oporto, tonel. Tonel, navío. Navío, pirata. Pirata, hija del gobernador. Emily, la hija del gobernador, raptada por un pirata.
Me iba a la escuela, arrancando los piñones de uno en uno, y entonada por el trago de aquel vino tan dulce.
He tardado 42 años en entender por qué mi abuelo escondía la caja de panellets y los mantenía alejados de su familia. Seguramente sabía que todos robábamos en silencio. Escondía su tesoro para que cada uno de nosotros lo encontráramos, como si de un juego se tratara. Lo mejor, se esconde en una caja de hojalata. Y a solas, y sin que nadie lo sepa, comemos el dulce.
Esta mañana he buscado una botella de cristal y me he encaminado a la tienda de licores. He pedido vino de oporto de tonel. Oporto, tonel. Tonel, navío. Navío, pirata. Pirata, hija del gobernador. Emily, la hija del gobernador, raptada por un pirata.

domingo, 26 de octubre de 2008

LA COLCHA DE LUIGI


Esta colcha la he acabado esta semana. Es para Luigi, mi amor de siete años. Le dije que le haría la colcha de patchwork más bonita del mundo y que sería para que la estrenara al cumplir 18 años y estuviera estudiando lejos de casa. Para que le protegiera de los primeros fríos del otoño.

El niño me preguntó cuántos años quedaban para que pudiera estrenarla. Calculé y le contesté: 11 años, pero antes debes darme tantos besos como días faltan. Se levantó y me dió cinco besos seguidos.

A eso, yo le llamo AMOR.

martes, 14 de octubre de 2008

UN AMOR PARA LAS SEIS



Los dos vagabundos se reunían día tras día en aquel parque al que consideraban, desde hacía demasiado tiempo, su casa. Llegaban de buena mañana aún serenos. Pero con el paso de las horas iban alcanzando el estado de embriaguez que buscaban, arropados por el vino barato que compraban de camino al Turó Parc.
A veces hablaban si tenían algo que decir. Otras veces, simplemente fumaban en silencio, cuando el hastío se había apoderado de ellos y se limitaban a mirar a los paseantes que cruzaban la pasarela de madera que ellos ocupaban. Sentados en un banco, contemplaban a la gente que también había elegido el mismo lugar para dejar pasar las horas. Había de todo: ancianos solitarios. Parejas enamoradas. Niñeras de pequeños niños rubios. Pacientes padres que vigilaban a sus retoños en sus juegos, siempre pendientes para acudir en su ayuda tras una caída. O estudiantes cabizbajos de camino a sus colegios.
Era también el lugar preferido para las personas que se acompañaban de perros. Éstos últimos eran los que más entretenían a los dos vagabundos. Les gustaban las correrías que se daban los animales. A veces se perseguían sin motivo, o porque uno de ellos llevaba una pelota y los otros corrían tras ella al ser lanzada por el dueño del perro afortunado. Cuando había una reunión cuantiosa de dueños de canes, sabían que tenían la diversión asegurada al menos durante una hora.
Pero había un paseante que se acercaba casi cada día al parque. Buscaba su banco de madera y se sentaba a contemplar como ellos, el juego amigable de los perros. Durante un tiempo, el paseante se hizo acompañar por un can de color gris y pelo lanoso. La timidez de los dos seres les impedía acercarse a los otros dueños y sus perros. El perro gris prefería acostarse bajo el banco que ocupaba su amo y descansaba disfrutando del agradable frescor de la tierra.
Un día el paseante llegó solo. Y así sucedió un día tras otro. Llegaba solo y solo se marchaba. Uno de los vagabundos, un argentino observador, supuso que el perro había muerto. Nunca se atrevió a preguntar por miedo a causar dolor.
Una día de octubre, a media tarde, los vagabundos miraban pasar el tiempo lo mejor que podían, llevando su buena dosis de vino en el cuerpo. Vieron como el paseante se disponía a cruzar por la tarima de madera acompañado de una mujer. Envalentonado por el alcohol, el argentino habló:
-Oíme, perdonáme, oíme. –El paseante se acercó a él preguntándose qué querría el vagabundo.
- Escuchá, qué novia más guapa tenés…Yo que tu miraría de conservarla…
El paseante se reunió con la mujer, que se había adelantado unos pasos, acaso temiendo que ella lo hubiera llegado a oír, y continuaron su camino.
El vagabundo argentino, afectado por una súbita alegría empezó a entonar un tango:
-La mujer que a mi vendrá, tiene ojos malvavisco, desenvuelta en el aire, su mirada como el mundo. Todo lo que presentía, se ha cumplido. Qué extrañeza, me ha dejao sin una queja. Sirva otra, camarero. Yo le invito, si usted quiere, entra dentro de mi suerte. Hay que ver que estoy aquí, plácidamente sentado, con dinero en el bolsillo y un amor para las seis. Pasan las señoras con sus perros pequeñitos, que no dejan de asustar a las palomas. Vino compartido, moja barba vagabunda, entre jodas, risotadas y olor….

martes, 7 de octubre de 2008

SALINGER EN LA CAMA


La semana pasada, después de que un amigo me insistiera en que debía conocerle, acepté una cita a ciegas con Jeffrey. Quedamos el martes en Middlesex. Nos mandamos un correo electrónico para acordar el sitio del encuentro, y le propuse la biblioteca. Normalmente en la primera cita busco un lugar concurrido, por si el tipo no me gusta y decido no darme a conocer y pasar de largo. Jeffrey me preguntó cómo nos reconoceríamos. Le contesté que ya le buscaría yo. Tenía una foto suya y me pareció agradable. Aceptó.
Nuestro primer encuentro fue tranquilo. Tomamos café en el bar y fumamos más de la cuenta. La ansiedad que me producen estas citas hace que fume más de lo debido y vuelva a casa con ganas de dejar para siempre este vicio. Como nos empezamos a gustar, repetimos cita. Miércoles, jueves, viernes y llegó el sábado. Yo sabía que el sábado sería el día en que seguramente iríamos más allá de los simples besos y que acabaríamos en la cama. Quedamos en mi casa y quiso ir directamente al asunto. Empezamos con las caricias a las once y veinte de la noche. Sé la hora exacta porque miré mi reloj amarillo. Estuvimos juntos hasta las dos y media sin que ninguno de los dos llegara a nada. Al final, saqué mi brazo para alcanzar el reloj sin que él se diera cuenta y le dije: Jeffrey, creo que deberíamos dejarlo para otro momento en que esté más animada. Se retiró visiblemente molesto y echó mano de un cigarrillo, no sin antes ofrecerme uno. Lo acepté y fumamos en silencio. Y llegó la temible frase que siempre espero oír:
- Oye, no te molestes, pero no has puesto nada de tu parte. Te has limitado a estar tumbada y recibirme.
Me molesté, aun sabiendo que le sobraba la razón.
-Bueno, no siempre hago lo mismo.
Le expliqué que normalmente mis mejores encuentros son con viejos amantes. La semana pasada quedé con Nathanael, aun sabiendo que me esperaba una noche sórdida con él. Pero me gusta la sordidez de miss lonelyhearts y acabo emborrachándome y con la cabeza sobre la mesa en algún tugurio de Nueva York.
Ayer por la tarde quedé con Truman. Teníamos que hacer planes para la Navidad y decidir si pasamos las fiestas juntos. Me gusta planearlas con tiempo. Pero hemos decidido dejarnos libre la noche de fin de año, por si uno de los dos tiene otro plan mejor. Acabamos la tarde en la cocina riendo y moldeando galletas como en los viejos tiempos. Sin sangre fría entre los dos.
Pero hay un amante que es el más especial para mí. Se llama Jerry, pero la gente le conoce como J.D. Con él todo es diferente. Nos conocemos de hace veinte años y con él no necesito juegos preliminares. En pocos minutos alcanzo lo que busco.
El pasado julio nos volvimos a ver. Él era el guardián entre el centeno. Suelo dejar un tiempo entre citas, para que cada vez que tengamos una, sea siempre como la primera. Y él sabe que nunca me defrauda. Los encuentros con J.D. ocurren en la playa y nos entregamos el uno al otro lejos de miradas inoportunas. O en sábados por la tarde con las persianas ligeramente bajadas. Con él no me avergüenzo de nada. Es verle llegar, con esa sonrisa ligeramente torcida, y el resto del mundo deja de importarme. Conozco a toda su familia Glass. Fui a la boda de Seymour. Pasé tardes con Franny y Zooey.
Ayer, justo a medianoche, alcancé en 6’5 minutos la felicidad, cuando empezaba el día perfecto para el pez plátano.


Lecturas (o relecturas) recomendadas para un buen otoño:

Miss Lonelyhearts de Nathanael West.

A Christmas memory de Truman Capote.

Un día perfecto para el pez plátano de J.D. Salinger.

Middlesex de Jeffrey Eugenides ( opcional ;))


Los relatos de Capote y Salinger se encuentran en la red.

miércoles, 1 de octubre de 2008

EXTRAÑAS PAREJAS


Es 4 de julio, y Hank y Frannie celebran sus cinco años de vida en común. Ella, más apasionada, le regala dos billetes para Bora Bora. Él, mucho más práctico, la escritura de la casa donde viven, y ella se decepciona. La mejor escena viene cuando empiezan a discutir en la cocina y empiezan a hacerse reproches. Ella le dice que no es su príncipe azul. Seguramente aceptó en su momento que él era simplemente un buen hombre, y está desencantada. Él le contesta dolido: ¡Y tú qué! Al principio te pasabas la vida depilándote las piernas, y ahora pasan semanas. A lo que ella replica: ¡Mírate tú! Te has ido dejando, y ahora te pareces cada vez más a un cerdo...Todo esto sucede en la película Corazonada de Francis Ford Coppola.
Esta escena se irá repitiendo en muchas parejas que han dejado de quererse o simplemente se aburren juntos.

Siempre he pensado que antes de llegar al momento en que puedan recriminarte tu dejadez en la depilación, o echarle en cara a tu pareja su mal estado físico, lo mejor es coger a puerta y ¡aire!

Ahora hace seis años que vivo una relación bastante idílica. Convivo con un ser que nunca me dirá si pincho, más que nada porque él también me pincha cuando me roza. Estamos en empate técnico. Paseamos en silencio, comemos en silencio, dormimos en silencio. Así no hay manera de discutir
En el instituto, mi amiga la bruja tenía una profesora de francés y durante las clases lo único que conseguían de ella era que les explicara su particular teoría sobre los inconvenientes del matrimonio. Decía: Lo único que consigues cuando estás casada, es oír como tu marido se tira un sonoro pedo cuando va caminando por el pasillo. Durante aquel curso aprendieron poco francés pero oyeron frases memorables de aquella entrañable profe que, a punto de llegar a la jubilación, seguía soltera.
Yo conviví durante años con un tipo muy divertido. Cuando se encerraba en el lavabo, a mí me gustaba llamar a la puerta para importunarle en su faena:
-Pom, pom.(Yo)
-¿Quién es? (Él)
-¡Soy yo!
-¿Qué vienes a buscar?
-¡A tí!

Repetíamos la escena cada vez que yo conseguía pillarle en el lavabo. Éramos el duo Pimpinela. Ha sido y es, una de las relaciones más estables y divertidas que he tenido.
Y es que pienso que no hay que dejar nunca de lado el sentido del humor. Sin diversión todo se reduce a cero. Hasta en las discusiones más furibundas se ha de procurar acabar con una broma. No hay nada más desagradable que despertar y recordar que ayer discutiste y a ver, ¿cómo te enfrentas a la nueva situación que se creó a partir de una tontería? Ya lo dijo algún sabio consejero matrimonial: Antes de acostaros, procurad hacer la paces...
Conozco una relación que dura desde 1969. Para mí es una de las más perfectas. Son Epi Y blas.
Me encanta ver cómo un Epi juguetón importuna a Blas, cuando éste lo único que desea es leer el periódico tranquilamente sentadito en su sillón orejero. Epi se acerca por detrás a Blas con: ¡Tú la tienes! Esperando a que Blas se levante de su asiento y correteen por la casa persiguéndose como locos.
Epi y Blas comparten habitación. Cada uno en su camita, fundamental según Marcel.lí Virgili para que una relación resulte duradera. A Epi le gusta comer galletas en la cama cosa que Blas aborrece. Pero Epi seguirá comiendo sus galletas en la cama, más que nada porque él es el eterno niño que nunca deberíamos dejar de ser. Ahora circulan por ahí unos rumores difamatorios sobre su relación. Prefiero ignorarlos y dejar que Epi y Blas sigan siendo la pareja ideal.
En la película La extraña pareja , Jack Lemmon Y Walter Matthau conviven un corto espacio de tiempo en el espacioso apartamento de Matthau. Al personaje que interpreta Lemmon, su mujer acaba de abandonarle y Walter Matthau le acoge temporalmente en su casa cuando el abandonado quiere suicidarse. Pronto se arrepentirá de su decisión, cuando Lemmon adopta el papel de mujer de la casa. Ordena, limpia, lava la ropa y cocina. Y lo que en un principio iba a ser una eterna fiesta de solterones, acaba convirtiéndose en una pesadilla para Matthau y sus colegas en la partida de póker que juegan los viernes lejos de sus mujeres.
Conclusión: ¿Existe la pareja perfecta? Mi teoría para conseguirlo consiste en:
Quererse como Hank y Frannie. Abstenerse de reproches. Que haya momentos de silencio como los de Emily y Bruc. Perdonar las posibles ventosidades del otro y tomárselo a risa. Ser a ratos pimpinelas. Que la mujer no actúe siempre como una mujer y el hombre como un hombre, para no acabar como esa extraña pareja. Y siempre, siempre, ser como Epi, eternos niños con ganas de jugar al ¡tú la tienes!

jueves, 18 de septiembre de 2008

LA CAMISA BLANCA




Estos días, y debido a mi trabajo, he tenido en mis manos prendas de vestir de finales del siglo XIX y principios del XX. Vestidos de mujer: chaquetillas cortas y entalladas, faldas largas, toquillas hechas en París, echarpes de imitación de astracán, con flecos y abalorios, ropa interior (unos calzones femeninos con una enorme abertura que provocaron más de un comentario subido de tono), enaguas...Los trajes de hombre son más insulsos, pero no por ello menos interesantes: trajes de payés, calzones de trabajo, camisas negras, camisas blancas y unos calzoncillos de algodón, dotados también con una enorme abertura delantera…Más risas.
Esta tarde, mientras fotografiaba las prendas, me he fijado en una camisa de hombre. La he empezado a observar con detalle, y estaba hecha por unas manos muy diestras. He levantado la mirada y he contemplado con placidez el río. Y he dicho en voz alta: esta camisa está hecha con mucho amor. Las mujeres que me acompañaban han reído por mi ocurrencia. Cada parte de la camisa estaba delicadamente cosida. Cada detalle, como el arrugado de la tela en los puños, delataba a una mujer enamorada. Y por un momento, mi pensamiento ha volado lejos, ¡qué poco me cuesta! y he imaginado la escena de su costura:
Hay una pareja sentada junto al fuego. Ella es guapa, y en su suave sonrisa, y por la forma de mirar a su marido, está muy enamorada. En sus manos está la prenda que cose. Una camisa blanca, con pechera a rayas. Ahora está aplicando el puño, y se ha esmerado en el fruncido de la tela. De vez en cuando se frota los ojos; la luz es demasiado tenue para coser, pero le queda poco tiempo para acabarla. Es sábado por la noche, y la camisa ha de estar a punto para que su marido la estrene el domingo. Él se limita a descansar junto al fuego. Ha estirado las piernas y observa el trabajo de su mujer. Y en ese momento, mirando como ella cose, se da cuenta de cuánto la quiere.

martes, 9 de septiembre de 2008

UN BOLSO EXTRAVIADO


Si alguien encontrara mi bolso y curioseara en él, se daría cuenta del caos que reina en él.


Primero encontraría un paquete de Ducados y dos mecheros, para no tener que pedir nunca fuego. Por lo tanto su dueña fuma y es previsora. Un juego de llaves. El llavero es interesante: un trozo de cuero con la figura de un perrito. Lleva también ancladas en él, tres medallas de perro diferentes. Una es redonda y hay un nombre escrito en ella, Coppini. Otra en forma de hueso en la que hay inscrito un segundo nombre, Hedy. La tercera no está grabada pero hay un perro salchicha en relieve. Por lo tanto, a la dueña les gustan los perros y por lo que se ve ha tenido tres. También cuelga una chapa con un nombre, Emily, con el dibujo de una chica extraña que parece un gato negro. Y seis llaves de lo que se suponen dos casas diferentes. Dos paquetes de Trident. Un bolígrafo naranja, con la parte superior transparente, donde flota en agua un sarcófago egipcio. En dicho boli se puede leer, The British Museum. Digamos que estuvo en Londres y que le gustan los gadgets. Una libretita verde, con dos autógrafos. Por lo tanto la chica no es tímida si se atreve a pedirlos. Un sobre de ibuprofeno (para contracturas o simples dolores de cabeza). Un billete de lotería (no es rica y sueña en huir). Hay también un cepillo de dientes con un pequeño tubo de dentífrico. Un pequeño monedero rojo con dos tarjetas de crédito, un billetes de 20 euros y otra tarjeta, la de donante de órganos, donde expresa su consentimiento para la cesión de los mismos por si un día tiene un accidente y no se le puede salvar la vida.


Pero lo más interesante son las fotos que hay en él. Parecen de este verano. En todas hay una chica morena con el cabello cortado a lo flapper. Debe ser ella. En una de las fotos, está bebiendo directamente de una botella de cerveza. Por lo tanto no le hace ascos al alcohol. Al tipo que curiosea le empieza a agradar esta chica...En otra instantánea está en la playa con otra mujer. La flapper cubre su cabeza con un pareo de algodón blanco y oculta sus ojos con gafas de sol negras. Las dos se están riendo de algo y se las ve felices. En la tercera fotografía salen cuatro personas, tres mujeres y un hombre que abre un regalo. No se aprecia muy bien en qué consiste el regalo, pero se ve un muñequito. En otra la flapper ejerce de bruja con un péndulo, por lo tanto le atraen las artes adivinatorias. Otra foto es nocturna. En ella un hombre le entrega una rosa y a ella parece que le ha gustado el obsequio, ya que vuelve a reír. La sexta es una foto de grupo, con diez adultos y siete niños. Deben ser amigos. En esta foto la flapper vuelve a sonreír. Es al atardecer y se adivina el mar a lo lejos. En otra la chica está concentrada en una labor. En sus manos hay un collar con piedras que parecen sacadas de un naufragio. Pero en la más divertida vuelve a aparecer ella con una enorme sonrisa, y se ve que luce una ortodoncia de porcelana. La acompaña un perro y una chica joven muy guapa. Por lo tanto la chica es presumida.

Todos estos objetos han despertado un enorme interés en la persona que ha encontrado el bolso. Y como tiene los datos de la dueña y en las medallas de los canes hay un número de teléfono ha pensado en llamarla y devolverle todos esos recuerdos de lo que parece un verano feliz...

domingo, 7 de septiembre de 2008

BRUC EN SEPTIEMBRE


Si miráis bien la foto, os daréis cuenta de que ayer la playa estaba desierta. Mi hija quería darse un baño, y Bruc andaba aburrido. A las cinco de la tarde subimos al coche y conduje hacia la playa. La luz nos anticipaba un septiembre perfecto. Los arrozales ya están dorados, y el agua brillaba para nosotros tres. Al final no nos decidimos por el baño, empezaba a hacer frío y amenazaba tormenta. Caminamos por la orilla. Una pareja disfrutaba del agua en soledad. Habían dejado su ropa en la arena ¿y qué se le ocurre al vivales de mi perro? ir directamente hacia el montón de ropa y levantar la patita para aliviar su vejiga (unas gotitas de nada). Aceleramos el paso disimulando. Encontramos un tesoro que el mar había devuelto. El verano aun no ha acabado para mi y seguiré disfrutando de esa playa que permanecerá desierta para nosotros tres...

jueves, 4 de septiembre de 2008

JOAN




Llegó a este mundo la noche de Reyes de 1953, como uno de los regalos más bellos creados en la grandiosa fábrica de juguetes. Bien envuelto en papel navideño, a punto para jugar con sus cuatro hermanas mayores, que le estaban esperando. Mercedes, su abuela, se había encargado de dejar un capazo de algarrobas para los caballos, y tres copitas de moscatel con tres pastissets para que sus majestades se tomaran un descanso.
A la mañana siguiente, sus dos hermanas pequeñas fueron a buscar los regalos dejados en casa de otros familiares y a la pregunta: ¿qué os han dejado los Reyes Magos? Ellas contestaron al unísono: ¡un hermanito! Me contó MP, su tercera hermana, que aquel año sus majestades dejaron más regalos que nunca sobre la mesa del comedor.
Me gusta pensar que por la noche, después de su nacimiento, empezó a nevar. ¿Puede haber una imagen mejor que la de una casa iluminada cálidamente mientras en la calle empiezan a caer los primeros copos de nieve?
Las mujeres que habitaban la casa frente al canal corrían de un lado a otro, cargadas de blancas toallas limpias, hirviendo incesantemente ollas de agua, para tenerlas preparadas cuando el médico de la familia las necesitara…Sin duda estaban excitadas por la llegada del nuevo miembro a la familia, pero a la vez serenas pues ya habían adquirido experiencia en anteriores nacimientos. Pero ese parto se complicó. Mi abuela estaba agotada por el esfuerzo. Había perdido mucha sangre y el semblante del doctor era de una preocupación inusual en aquel hombre optimista. El niño llegó finalmente a este mundo con tres vueltas del cordón umbilical en el cuello, y no respiraba. El doctor lo arrojó en brazos de tía Josefina, experimentada en nacimientos, y se dedicó exclusivamente a salvar la vida de la madre.

Tía Josefina nos lo explicó un día que fuimos a visitarla. Ella le dio su segunda vida, al recordar cómo se revivía a los polluelos que nacían muertos. Cogió al niño en brazos, lo acercó a su boca y le dio su aliento. Insufló aire y el niño respiró. ¡Qué alivio! El niño vivía y su madre seguramente pudo sonreír. Por fin había llegado un varón a aquella familia de mujeres. Su padre seguramente soñaba con un niño, al que le enseñaría a conducir coches y motos, su gran pasión.

El pequeño fue creciendo, y a su vez vivió el nacimiento de los cuatro hijos de su hermana mayor, mi madre, que le hizo más de madre que la propia. Siempre acompañó a mis padres durante su noviazgo, y me contaron que el día que iniciaron su luna de miel, lloró desconsolado al ver que le dejaban en casa.

Le recuerdo como el tío guapo, que iba y venía. Cuando se vestía con unos tejanos Levi’s siempre buscaba mi aprobación ¿Me quedan bien, Emily? Sí, tío. Estás muy guapo. Y acto seguido cogía el coche y se iba a discotecas costeras, donde sé de fuentes bien informadas, que tenía que apartar a las chicas. ¡Tenía éxito! Recuerdo a Martina, la chica francesa que se enamoró locamente de él, y que le llamaba a todas horas. Yo era la encargada de hablar con ella, por las cuatro palabras que sabía en francés en aquel tiempo. Sé que tuvo muchos ligues, pero extrañamente sólo le conocimos una novia oficial: Rosi.
Seguramente fue un romántico y sólo quiso dar el siguiente paso cuando finalmente encontró su otra mitad.

De mí admiraba la afición por el dibujo. Me acuerdo de sus broncas al ver cómo desperdiciaba mi tiempo, sin dedicarme más al don que alguien (seguramente el Creador) había dejado en mis manos. Me observaba cuando dibujaba al carboncillo. Me quitaba el apunte y sonreía con aprobación. ¿Os he contado que tenemos los mismos ojos y que cuando me río chispean como los de él? ¿Y esa misma sonrisa? ¿Qué hasta nos rompimos el mismo diente, él en un accidente de moto y yo montada en bicicleta?
Claro que también mi hermano se lo partió. Él comparte también los ojos y la sonrisa de mi tío, aparte de su afición por las motos.

Pero un día nos contó cómo notaba que se le dormían las manos y a veces las piernas.
Empezaron a hacerle pruebas, entre ellas la temida punción lumbar. Y llegó el diagnóstico. Mi madre fue la primera persona en saberlo y yo la segunda. Esclerosis múltiple. Si conocéis esa enfermedad, sobrarán las palabras. Sólo puedo deciros que el tiempo que pasó hasta el día de su muerte fue terriblemente triste. Se encerró en su concha. Rompió su noviazgo para que Rosi no viera cómo avanzaba su enfermedad. ¡Qué tonto fuiste, tío! Y qué poco conocías a las mujeres… ¿No sabes que casi nunca abandonamos? Tuviste a tu lado a toda tu familia pero, ¿no hubiera sido mejor estar junto a ella?

El día que murió, en Barcelona, lo acompañaba su madre y su segunda hermana. Las otras no llegaron a tiempo para despedirse de él. ¡Fue tan impredecible su muerte! El tratamiento con cortisona le restó las pocas defensas que le quedaban y una meningitis le apartó de nuestro lado para siempre.

Pasé tres días llorando, sin comprender por qué el mundo seguía si él ya no estaba allí.
Dejé de comer y sólo encontré consuelo en cigarrillos fumados en soledad. Cada persona de mi familia tendrá sus propios recuerdos. Pero estos son los míos. Y me gusta pensar que parte de su sangre corre por mis venas, que tengo sus mismos ojos, que sonrío como él, y que como él tengo esa fuerza en mis manos que me impulsa a crear algo nuevo de la nada…

viernes, 29 de agosto de 2008

CINE



Siempre me he preguntado qué es lo que me atrae de una sala de cine. ¿La oscuridad? ¿El murmullo de las voces de los actores? ¿Qué magnetismo tiene la pantalla blanca? De repente se apagan las luces, y comienza la película. Y todo se llena de magia.
No recuerdo la primera vez que entré en un cine, porque casi vivía en uno. Tal vez os preguntareis el porqué. Y lo contaré:
Mi abuelo tenía un cine que quedó destruido tras un bombardeo. Sólo quedó el solar, que más tarde tuvo que vender para pagarse una delicada operación. Pero él era un emprendedor, y supo volver a empezar en otra ciudad. Si mi infancia estuvo marcada por el cine, la juventud de mis padres también. Tenemos muchas anécdotas relacionadas con él.
Pero la que más me gusta es la de que mi hermana B. casi nace en el cine Olimpia. Los jueves, mi abuelo hacía un pase privado, para ver en qué escenas se podía recortar un poco el metraje. Tenían que caber dos películas en una sola sesión. Reponían Traidor en el Infierno, con William Holden de protagonista. Mi madre empezó a notar los primeros dolores de parto y tuvieron que irse del cine sin ver cómo terminaba la película…Años después, un 11 de febrero, mi hermana B. nos dejaba sin saber cómo acababa Mi dulce Geisha, con Yves Montand y Shirley MacLaine. También ella sintió las primeras contracciones del parto del que sería su primer hijo…
Durante años fuimos unos privilegiados. No pagamos nunca una entrada de cine. Teníamos una fila reservada, la catorce. Nunca se vendieron esas butacas. Simplemente eran nuestras. No tengo ni idea de las películas que habré visto, ni la de veces que me he dormido sin ver el final de una película, despertada con un: Emily, nos vamos. ¿Qué ha pasado?, contestaba limpiándome el inevitable hilillo de baba…Qué a gusto se dormía con el sonido de fondo de esas voces…
Pasé mi adolescencia viendo ciclos enteros que dedicaban a los actores y directores de cine más conocidos. Más tarde, y junto a mi hermana B. íbamos a todos los cine forum, nos tragábamos todas las sesiones de la filmoteca, tapaditas las dos con mi largo abrigo rojo (los encargados del cine pasaban de encender la calefacción para cuatro gatos), acudíamos al cine Olimpia cada jueves a las ocho de la tarde. Estrenos y reestrenos. Recuerdo mirar Querelle con los ojos muy abiertos. Hasta coleccionamos una enciclopedia de cine que pagamos conjuntamente con nuestro trabajo de damas de compañía de mi abuela. La leímos de cabo a rabo.
Unas navidades me regalaron un juego de preguntas de cine, Polvo de Estrellas (leed bien, malpensados). Nunca he encontrado un/a partenaire que estuviera a mi altura, y el juego acabó guardado en un armario. Acepto el reto, si alguien quiere medirse conmigo. Pero lo tenéis difícil. Ya dije que soy un pozo de sabiduría…
Si miraba El Cielo y tú, quería ser Bette Davis y amar a Charles Boyer. No me hubiera importado dejarme besar por Cary Grant en Tú y yo. Ser Audrey Hepburn y comer manzanas con Albert Finney en Dos en la Carretera. Y tantos personajes más…que el post se alargaría demasiado. Pero si me preguntaran con qué personaje de cine me quedaría, diría: La Reina Cristina de Suecia, en la escena en la que Greta Garbo recorre con la mirada la habitación que comparte con John Gilbert y va acariciando todos los objetos que decoran la estancia, para memorizarlos y recordar en un futuro ese momento pasado junto a él. Quizá porque yo hice lo mismo años después en una pequeña habitación, durante un breve instante de tiempo en el que fui completamente feliz…

lunes, 25 de agosto de 2008

LA CONTRACTURA MUSCULAR Y EL MÉDICO ARGENTINO


Hará unos quince días recibí en casa un nuevo sofá. Me lo trajeron tres tipos sudorosos y musculados. ¿Dónde quieres que te lo pongamos? Yo contesté, tranquilos, ya lo haré yo misma. ¿Seguro? Pesa mucho, ¿eh? Y yo ni caso...Intenté moverlo con los dos brazos y noté un crec en medio de la espalda. Al principio, no creí que me hubiera hecho daño y no le dí más importancia. Pero han pasado los días, he salido, he dormido en una mini cama en compañía, he viajado en bus, dos horas de espera en un garito mal sentada, me ha dado por limpiar la casa... Hasta que el dolor se ha vuelto insoportable...Como soy un poco hipocondríaca desde que voy a hospitales, he pensado que igual tenía algo malo, y que el dolor de espalda era el primer síntoma de alguna rara enfermedad. Emily, me he dicho, ve a que te vea un médico y sales de dudas...

Y me he ido a urgencias. Ya cuando el médico ha dicho en voz alta mi apellido me ha entrado la risa. Lo ha pronunciado con acento argentino. Ha dicho la Y como una J. Il dottore ya se ha quedado conmigo. Es raro que a un paciente le entre la risa justo cuando va a visitarse. Me he puesto seria con una mano en la espalda, para hacer ver que me dolía mucho...

Ha empezado con las preguntas de rigor: ¿Enfermedades? ninguna. ¿Alergia a medicamentos? ninguna. ¿Tomás alguna medicación? Ibuprofeno. Soy adicta al ibuprofeno.

Pasá a la camilla y acostáte. ¿Dónde te duele? Il dottore ha empezado a examinarme y a apoyar sus noventa kilos de peso sobre las diferentes partes de mi espalda. Cuando ha llegado a la altura del sujetador, me ha dicho: Permitíme, yo mismo lo deshago.... No es de las vértebras, es una contractura muscular.

Me ha dicho que tomara asiento, mientras yo miraba de acertar el cierre del sujetador mirando de hacerlo lo más disimuladamente posible.

-No te voy a recetar nada. Las contracturas se curan con masajes y con un poco de calor. ¿Tenés algo en casa? Ibuprofeno, jeje.

El argentino ya ha empezado con la guasa: Le decís a tu novio que primero te haga mimitos y luego siga con un masaje. Al ver cómo me reía, el tío ha continuado con la bromita. Más mimitos y masajes. Con eso se curan las contracturas. ¿Sós d'acá? Sí, d'acá mismo. Pues buscá un buen masajista si no lo tenés y procurá no hacer esfuerzos. ¿Puedo nadar, doctor? No pasa nada, pero procurá no pasarte.

Me he despedido, pero el argentino no parecía tener prisa. Oíme, tu apejido es como el del tenista aquel, el majorquín...Sí, más o menos, sólo cambiamos el acento...El tío se ha reído y me ha dicho que me pasaría, pero que me hiciera masajes. Recordá...

No sé qué les pasa últimamente a los hombres... En fin, deben ser los últimos calores del verano...

sábado, 16 de agosto de 2008

CONTRADIRECCIÓN


Como nací en marzo, el mes del año con un porcentaje de viento superior a los demás, cada vez que sopla este viento que baja por el río, noto cómo me afecta a las dos neuronas que me quedan. Es como un zumbido, zzzzzzzz, que va directamente a mi cerebro. Y es cuando estoy más divertida de lo habitual, cuando hago más tonterías de lo habitual, cuando le doy una colleja a mi perro más de lo habitual...

Ayer por la tarde volví a quedar con mi hija. Fuimos a la playa y de vuelta a casa pasamos a tomar alguna cosita al bar que queda frente al río. Pedimos dos coca colas, para ver si consigo apartarme del alcohol una semanita...Y va una avispa y se le ocurre unirse a la conversación, ya de por si surrealista, que estábamos manteniendo mi hija y yo. El animalito a rayas se posó en la boca de la botella, atraída por el azúcar de la coca cola. Yo empecé a ponerme nerviosa, más que nada por si picaba al perro. A mi no me importa una picadura, pero si pica al perro he de correr a urgencias. ¿Y qué se me ocurre para espantar a la bestia? Le tiré el humo de un ducados y la tía salió pitando en dirección a una chica que estaba sentada justo a nuestro lado. ¡Cómo nos reímos! A la chica no le hizo ninguna gracia, por cierto. Pero la avispita volvió a nuestro lado. Prefería la bebida azucarada que la amarga cerveza que bebía la mujer. Me puse mucho más nerviosa, me levanté con el perro en brazos y la que salió pitando fui yo.

Tenía el coche aparcado en dirección opuesta a la que me interesaba. Así que decidí hacer una pequeña infracción sin importancia. Sólo ir unos metros de nada en contradirección...Sin pensar en el mal ejemplo que le daba a mi hija. Pero ya he dicho que el viento del norte me afecta, y si conduzco ni te cuento...

Hice un primer intento de colar el morro del coche hacia la carretera y por poco me la pego con unos jóvenes subidos a un deportivo rojo. ¡Pero qué haces, tía! Perdonad, perdonad, tenéis razón...No sé qué me ha pasado...

Hice un segundo intento al ver que no se acercaba nadie, y me metí ya en dirección opuesta. Total, unos metros de nada...¿Y quién me barró el paso? ¡Una furgoneta de la Guardia Urbana!

¡Hay, Dios! El urbano empezó a hacer aspavientos con las manos. ¿Pero qué haces? Lo siento, lo siento, señor agente. No he visto la señal roja. Aceleré un poquito, para escapar de las garras del agente. Le eché un corto vistazo a mi hija y me percaté de que las dos no llevábamos puesto el cinturón de seguridad. Total, por unos metros de nada...El perro iba en brazos de mi hija en el asiento delantero. Le juro señor agente que el perro siempre va atado en el asiento posterior. Pero he pensado, va, por unos metros de nada... Suerte que ya he dejado la cerveza, y la coca cola hubiera marcado 0.0 al soplar por la boquilla del alcoholímetro.

Señor agente: voy ya por los veinte años de conductora modelo. Eche una mirada a mis papeles. Pago el seguro religiosamente. Paso la ITV con buena nota. No estoy fichada por la policía. Nunca se han encontrados restos de estupefacientes en mi cenicero. No escondo arma alguna en la guantera del coche. Si bebo, no conduzco. El anuncio de Stevie Wonder hizo mella en mí. Hasta compré un cinturón de seguridad para mi perro. Pero no sé qué me pasa con las señales rojas. Simplemente no las veo...

Eché un vistazo por el retrovisor y ví la furgoneta de la Urbana. ¿Me perseguía? Soy rápida de reflejos y aparqué el coche para camuflarme entre los demás. Si hubiera estado acompañada por un hombre, hubiera hecho la estratagema de pedirle: bésame, hagamos ver que estamos muy enamorados y que simplemente nos estamos dando el lote. Pero con mi hija hubiera resultado por lo menos muy extraño y no me servía.

Dí esquinazo a los polis, y salí victoriosa del enredo. Porque si me llegan a pillar me cae un puro de muerte. Me quitan seis puntos del carnet y ni quiero pensar en la multa...Mi ruína.

Arranqué el coche, jurando que me portaría bien y que me iría derechita a casa.

Pero no sé a quién se le ocurrió que en mi ciudad, las señales que más abundarían son esos círculos rojos, con una banda horizontal blanca, que no sé qué significa, porque el día que dieron esta lección, no acudí a clase...
PS. Este post es pura invención.(Por si lo lee el agente). No conduzco, no poseo coche. No conozco de nada a esta señorita que supuestamente me acompañaba. No es mi hija. No tengo perro, es un bicho que se me pega continuamente. Ayer no salí de casa en todo el día. Tengo testigos.

domingo, 10 de agosto de 2008

EL FANTASMA Y LA SEÑORA M.


Este atardecer amenazaba tormenta, y a mi me encantan las tormentas. Estaba sentada en una terraza frente al gran río, con mi hija y el perro. Las nubes han empezado a oscurecer el cielo, y han caído cuatro miserables gotas. Pero aún así, pese a la poca lluvia, me he resguardado bajo la sombrilla que cubría parte de la mesa donde estábamos, y hemos continuado charlando como si tal cosa.

Desde mi posición podía ver la casa encantada que hay frente al río y me he acordado de la tarde que un tío mío nos la enseñó por dentro. Era a principios de septiembre, y andábamos las tres hermanas aburridas. Era, como en cada principio de septiembre, época de recolección. Y habíamos planeado una pequeña excursión por los arrozales. En aquel tiempo teníamos a la pequeña perrita Coppini. Adonde fuéramos nosotras, ella nos acompañaba. Quedamos en tomar café primero con mi tío (es mi tío, pero curiosamente de nuestra misma edad) en ese bar que ha cambiado tanto, pero que forma parte de la vida de muchas generaciones. La de mi tío Joan, la nuestra, y la de los que vendrán, supongo. Es un bar con una terraza interior, con plantas y una palmera, que deben guardar en secreto miles de conversaciones y confidencias. De pequeñas y desde la terraza de mi abuela, espiábamos a los noctámbulos que tomaban copas. ¡Cuántas noches de verano no podíamos dormir por culpa de la música y de los conciertos que allí se daban!. Luego, con los años, entramos a formar parte de esos mismos noctámbulos que llenaban la noche con sus voces...

Aquella tarde de septiembre, con la tormenta sobrevolando la terraza, planeamos nuestra fechoría. Primero mi tío nos enseñaría la casa para aprovechar la luz natural y luego, como quien no quiere la cosa, nos presentaríamos para merendar en la masía de un amigo, y habríamos matado la tarde.

Nos dirigimos hacia la casa. Es siniestra y está muy abandonada. En su época de esplendor, vivían tres hermanos. Dos mujeres que se habían quedado solteras y el hermano, que se casó con una tía de mi abuela. Sólo sobrevivieron las dos hermanas. En la Guerra Civil, una noche se llevaron a su hermano, y lo mataron. Por el simple hecho de pertenecer a una familia adinerada. Sólo por eso.

Cuando traspasamos la puerta, ya nos entró el mal rollo. Empezaba a tronar, y daban ganas de dar media vuelta y olvidarse del tema. Pero la compañía masculina nos tranquilizaba y seguimos con el recorrido. La desconfianza hacia la casa venía por las habladurías de la gente. Dicen que allí quedó encerrada un alma y no pudo salir.

La decoración de la casa era modernista. Muebles y sofás cubiertos de polvo, lámparas en forma de araña. Habitaciones con techos altísimos, y con la pintura viniéndose abajo. La ventanas con algunos cristales rotos por donde se colaba el agua, y los truenos que no paraban...

Miré a Coppini husmeando por el suelo. Se le había erizado el pelo del espinazo. Y los que tenemos perro sabemos lo que quiere decir: miedo. Se lo comenté a una de mis hermanas y dijimos al unísono: ¡el fantasma!

Salimos pitando de la casa mientras mi tío se reía. Cogimos el coche sin miedo a la lluvia y mi hermana condujo en dirección a los arrozales. A ver si podíamos merendar y olvidarnos del mal trago que pasamos.

Esta tarde me hubiera gustado volver a ver la casa por dentro. Sólo que la persona adulta ahora sería yo y tendría que demostrar un valor del que carezco. Mi hija es muy joven, pero más valiente que yo...Y de Bruc ni hablemos. Se mueve una hoja y da un salto para escapar.

Cametes, ajudeu-me!

domingo, 3 de agosto de 2008

LISTO PARA LA PRETEMPORADA


Emily ya tiene a punto a Bruc. Ducha fría y arreglo de pelo.

Como veis, los mini magnums no han dejado huella en su cuerpo.

Hace tres meses que corre por la playa con su mini iPod.

Ha dejado de fumar.

Está listo para empezar la pretemporada con el Harem F.C. del Paseante.

Temblad, teckels nórdicas. Ha llegado vuestro hombre.

lunes, 28 de julio de 2008

EL TANGUERO Y LA CANTANTE RUBIA

Un día los hermanos Gershwin debían andar enamorados y compusieron Wonderful. Esta insinuante canción describe la felicidad de estar nuevamente enamorado. Hay una frase: Dear, it’s four-leaf clover time, que me parece perfecta. Es tiempo de tréboles de cuatro hojas, y de dejar atrás la mala suerte.

El viernes, asistimos al concierto que ofrecía Diana Krall en Peñíscola. Estos conciertos cerca del mar ya se convertirán en un clásico del verano. Son días de reencuentros con gente que en algún momento formaron parte de nuestras vidas. De risas y de bromas cómplices. La cantante rubia, entre canción y canción, nos contó su verano de conciertos, acompañada de sus dos hijos, y no tuvo ningún reparo en proclamar al mundo que había encontrado al amor de su vida, el cantante Elvis Costello.
Dijo que la música forma parte de su vida desde siempre, y que, aunque muchas de las canciones que ha cantado son tristes, ahora la tristeza no formaba parte de su vida.

Otro día, y en otro lugar, mi hermano vivió uno de los mejores días de su vida. Asistía a un concierto del grupo de tangos, Malevaje. Los tangos también forman parte de nuestras vidas. En una entrevista al cantante Antonio Bartrina, el alma de Malevaje, le preguntaron si los tangos son tristes, y él respondió: “Siempre se dice que el tango es triste, y no es cierto…Lo que pasa que el sambenito lo tiene colgado el tango, pero hay tangos muy divertidos.” Un día utilizó su mejor arma, el tango, para conquistar chicas. “Tú le cantas un tango a una mujer despacito al oído y, si no tiene el corazón de piedra, seguro que queda inmediatamente seducida.”

Yo me sé de uno que también utiliza esa misma arma. Un garufa que ha empezado a sentar cabeza. Que cuando llega a casa ya no encuentra solamente arroz blanco en su nevera…El otro día vi la felicidad en sus ojos al contarme su encuentro con su tanguero preferido. Me alegré de que haya personas en el mundo que nos proporcionen esos pequeños instantes de felicidad.

A los que pasen y lean estas cuatro letras, les deseo que algún día una persona (si es que ya no la tienen) les mire directamente a los ojos y les diga:
My dear, it’s four-leaf clover time

domingo, 20 de julio de 2008

ROSI

Hay días y noticias que nunca debieran llegar, pero que son irremediables. Si pienso en lo que hice en el mes de mayo, como no llevo agenda, tendría que mirar qué publiqué en el blog. Así de simple. Veo que paseé al perro por una playa desierta y a punto de llover, una tarde de domingo. Me acompañaban mi hija y el perro. Que rodamos un video para ver lo feliz que es Bruc, cuando se ve libre de ataduras, y cómo volaban sus orejitas de felicidad.
También fui a una manifestación, para que no se llevaran el agua de nuestro río y que se preservara nuestro territorio como está y como lo queremos. Salvaje, azul y verde.
Que pasé una tarde agradable en compañía de amigas, uniendo retales de diferentes colores, y con la autoestima muy alta.
Que fue el cumpleaños de Bruc, y que le declaré mi amor.
Que me quedé sin tabaco, un clásico en mí, y que me embriagué fumando un puro.
De lo más normal todo esto, ¿no?
Pero hoy he sabido, que mientras yo vivía una vida de lo más placentera, una persona muy cercana a mí en otro tiempo, vivía uno de los peores momentos de su vida. Le diagnosticaron un linfoma.
Me ha contado que ya ha empezado el tratamiento con la quimioterapia. Que ya ha perdido todo el cabello. Que su guapa hija de diecisiete años no se ha movido de su lado en el hospital, mientras ella permanece ingresada. El tratamiento es muy duro y le deja sin fuerzas.
Me ha preguntado por todos, y le he dicho que seguimos bien. Siempre me pregunta si sigo soltera, ¡y tanto! Soltera, cuarentona y estupenda, le he respondido con humor.
Podría contaros los momentos que pasamos juntas, pero forman parte de unos años que ya pasaron. Estos recuerdos los guardo para mí, encerrados en una botella. Pero que puedo abrir siempre que quiera, y dejarlos ir por el aire, para volverlos a encerrar si ellos se dejan…
Mañana le escribiré una carta como las de antes. De papel y lápiz. Le diré que estamos junto a ella, aunque una gran distancia nos separe. Que alguien que nos dejó hace años, velará por ella, igual que vela por todos nosotros. En un tiempo, ése alguien fue su gran amor, Joan.
Le mandaré fotos de mi familia. Se alegrará.
También adjuntaré en ese sobre marrón mis cuentos. Creo que le gustarán y le harán compañía en su convalecencia.
Y le diré que la esperaremos el año que viene, para volver a ser felices. Todos juntos.

lunes, 14 de julio de 2008

COBI


Nuestro queridísimo Cobi ha dejado de existir.

Se lo he explicado a Bruc. Le he dicho que ahora, cuando bajemos al canal, ya no irán los tres amigos, Nina, Cobi y él. Y que nada volverá a ser lo mismo.

miércoles, 9 de julio de 2008

LAS HERMANAS


Las hermanas Navarro se veían menos de lo que querían. Vivían en pueblos distintos desde que se habían casado. Pero ese año decidieron pasar juntas el verano en el balneario, con la excusa de que sus hijos tomaran las aguas. A los niños les costaba comer, y esperaban que un cambio de aires, alejados del calor sofocante y húmedo que suponía vivir cerca del río, les devolviera el apetito. Así entrarían en el nuevo otoño con un poco de color en sus pálidas mejillas.
Una vez instaladas, vivían el día a día con una enorme placidez. Habían supuesto que su estancia en el balneario les sería provechosa. Ellas estaban más relajadas; y los niños, bien alimentados y contentos de compartir juegos con sus primos, recuperaban poco a poco la salud.
Se levantaban temprano, y su única ocupación era dar largos paseos, disfrutar del sol, comer, beber, dormir la siesta, merendar, jugar, bañarse, y bajar a cenar, para luego acostarse y empezar el nuevo día con renovadas energías.
Pero el momento preferido para las madres, llegaba a la hora del café. Cada día era una la encargada de acompañar a los niños a una habitación y acostarlos a todos en una misma cama. Después de calmar el alboroto, iban cayendo, uno tras otro, rendidos por el sueño. Entonces, la madre se levantaba sigilosamente de la cama, tras cerciorarse de que ni el más inquieto de los niños movía una sola pierna. Cogía la caja de madera donde guardaba la costura, y cerraba la puerta con suavidad.
Bajaba las escaleras y se reunía con sus dos hermanas, que la esperaban en el pequeño salón del establecimiento.
-¿Todo bien?
-Han caído todos. Hasta Alfredo (éste era el más revoltoso).
El café era la excusa para empezar a parlotear. Después de servirlo, sacaban las labores, y se concentraban en el trabajo sin dejar de hablar, pues tenían muchas cosas que decirse. Unas contaban cómo marchaban las fincas, los problemas que surgían en el quehacer diario. Carmen, la mayor, relataba anécdotas de los pacientes de su marido el doctor.
También ocupaba el saloncito un señor elegantemente ataviado, sentado en un sillón orejero, oculto tras las enormes páginas de un periódico. Era un hombre de unos cincuenta años, con bigote y gafas, tan callado e insignificante, que ellas apenas se daban cuenta de su presencia. Así que seguían con su conversación como si sólo fueran ellas las que ocupaban la soleada habitación. Y no reparaban en el tema. Cualquier cosa era buena. El fallido casamiento de una prima, el escándalo de un pintor conocido, el repentino embarazo de una criada sin marido, la rotura de un brazo de un niño, la compra de un caballo, una epidemia de tifus…y el tema preferido de las tres: sus constantes embarazos y sus consiguientes partos. Lo contaban con todo detalle: la pesadez de los nueve meses, los primeros dolores, la rotura de aguas y el doloroso parto, acompañado de abundantes sangrados, de cordones enredados en los cuellos de los bebés, de la subida de la leche, y el cansancio por la falta de sueño. Cada día era un parto nuevo, hasta sumar el total de los niños que las acompañaban.
De vez en cuando, oían un carraspeo. Provenía del rincón que ocupaba el señor maduro. Entonces callaban unos minutos, y después de notar que el hombre se había dormido -sus ronquidos eran la señal- volvían a las andadas.
Así día tras día, hasta el final del verano, con la llegada de las primeras lluvias, que reverdecían de nuevo el seco paisaje, tras un caluroso verano.
Había llegado el momento de volver a hacer las maletas y de reclamar taxis que las devolverían junto a su prole a sus diferentes pueblos.
El último día fue como todos los demás. Después de acostar a los niños, se reunieron nuevamente para tomar un último café en compañía. Esta vez habían dejado los costureros en sus respectivas habitaciones, y estaban calladas por primera vez en todo el verano. Sabían que tardarían en volverse a ver, y eso las entristecía. También las acompañaba el señor del bigote, escondido tras el inmenso periódico. Empezaron a despedirse cuando oyeron un estruendo de páginas que se cerraban. Miraron al hombre, que se levantaba pesadamente del sillón, y dirigiéndose hacia la puerta, se volvió hacia ellas y les espetó:
-¿Les he contado que un día me atrapé los cojones entre dos puertas correderas?- Seguidamente, abrió la puerta y se marchó.
Las hermanas estallaron en una gran risa. A partir de aquel día, la anécdota fue transmitida de madres a hijos sucesivamente, hasta llegar a mí una noche de verano.

lunes, 7 de julio de 2008

SE BUSCA


Necesitaría por unos días ser una máquina, y que alguien tuviera la amabilidad de desconectarme. Sólo unos días, y descansar. También podría optar por tomarme unos cuantos Lexatín y dormirme, aunque no definitivamente. Pienso: qué bien si pudiera dormirme, no tener que levantarme, ni ducharme, ni sacar al perro, ni comer, ni beber, ni fumar, dejar de oír noticias, de contestar al teléfono, que siempre tiene la desconsideración de sonar cuando por fin me he dormido...

Pero no puedo desconectarme. Dejaría de atender a la gente que me preocupa, y que se preocupa de mi. Y Bruc me mira con esa carita: ¿salimos? ¿Vamos a la playa?. Le llevo a la playa, y aunque me tape la cara para desaparecer un momento, no deja de darme golpes en las piernas y tirarme la pelota, para que me acuerde de él.

También está Francesca, que me manda un mensaje para decirme que nuestro querido Cobi está muy enfermo. La llamo, y hablamos un momentito. Le he dicho que no se preocupe, que pasará, para darle ánimos, porque ella aún no sabe lo que es perder un perro. Hemos quedado en vernos una tarde, en la terraza de un bar, y hablaremos.

Tengo trabajo y una reunión. Y una manifestación contra el maltrato animal.

He pensado en lo que un día hizo Agatha Christie, que desapareció por unos días. Pero buscarían mi coche, verían el movimiento de las tarjetas de crédito, hasta harían carteles con mi foto: Se busca mujer de 42 años. En el momento de su desaparición vestía de negro. Por favor, si la ven, llamen al 977...Posiblemente con las facultades mentales ligeramente trastornadas....

Vaya, que no puedo desaparecer, ni desconectarme, tengo tanto que hacer....

Por favor, si la ven, desconéctenla. Y llámenos al 977....

miércoles, 2 de julio de 2008

martes, 1 de julio de 2008

jueves, 26 de junio de 2008

ET IN ARCADIA EGO


Tradicionalmente, esta frase se considera un símbolo de la caducidad de la vida, incluso en los momentos más idílicos.

Hoy he disfrutado de uno de esos momentos idílicos. Bruc y yo hemos sido invitados a pasar una tarde en la Arcadia. Me acompañaban mi hermana, su hija y Sam, el perro tranquilo.
Sería bello vivir permanentemente en la Arcadia. Pensar que el tiempo pudiera detenerse. Que fuéramos siempre jóvenes, sin preocupaciones, dejando a un lado los temores que nos ocasiona vivir. Que los niños dejaran de crecer y que lo fueran eternamente. Pensar que nuestros perros estarán siempre junto a nosotros, sin el dolor que causa su pérdida.
Hace poco leí en La Contra del periódico La Vanguardia, una entrevista con el pensador Raimon Panikkar. En ella reflexionaba sobre el silencio. Sobre cómo lo abandonamos a cambio de la “superficialidad banal e insulsa”. “Ruido a todas horas en todas partes para no tener que pensar”.
Hoy el ruido sólo ha sido el rumor de nuestras risas y el ladrido de los perros. Y del chapoteo en el agua…
Habla también el pensador sobre nuestra condición única e irrepetible. “Pero esa singularidad sólo podemos vivirla si renunciamos al pasado, que es sólo un recuerdo, y al futuro, que es una ilusión, y vivimos en el presente tempiterno”. (Esta palabra la ha inventado para definir un tiempo ni largo ni corto, sino único).
He reflexionado sobre si podríamos vivir siempre en el presente. Dejar atrás el pasado y no pensar en el porvenir. He mirado mis piernas, refrescándose en el agua. Han vivido el presente, agradecidas por el descanso. Y por un instante, me he ensimismado, creyendo que estaba sola. Y he pronunciado en voz alta: Carpe diem, Carpe diem, Carpe diem…

viernes, 20 de junio de 2008

EMILY D. VS EMILY M.

El partido del miercoles de la selección no me interesaba. Seguramente veré el del domingo contra la selección italiana (por lo de Zambrotta, ya saben). Así que me tumbé en la cama para releer a Emily Dickinson:
Soy nadie./ ¿Y tú quién eres?/ ¿Eres nadie también?/ Entonces somos dos./ Callátelo. Lo anunciarían. ¿Sabes?
Hasta encontré mi epitafio:
Si yo ya no viviese/cuando los petirrojos hayan vuelto,/ al del pañuelo colorado echadle migas/ en mi memoria.
Luego releí el prólogo de Lorenzo Oliván. Relata el encuentro entre el editor Higginson y Emily D. y su posterior reflexión al conocerla: "era un ser demasiado misterioso para ser comprendido en un breve encuentro de una hora; y el instinto me decía que al más mínimo intento de someterla a análisis se replegaría en su concha".
A veces creo que una pequeña parte de Emily D. vive en mí. Me gusta pensar cómo sería nuestro encuentro. ¿Nos reconoceríamos? Yo le diría que, como ella, llevo a mi perro a pasear junto al mar. Le comentaría alguno de sus poemas, para que me explicara las cosas que, a veces no entiendo. Que tenemos el mismo sentido del humor, aunque parezcamos serias en las fotos. Que, como ella, tengo hermanos que me protegen. Que si no puedo vivir un gran amor, prefiero no vivirlo...

Un viernes estábamos sentados en la terraza de un bar. Junto a nosotros, se sentó también Vincenzo, el italiano más famoso de mi ciudad. Nos tenemos una tirria enorme, pero en el fondo creo que seríamos amigos.
Se sacó un iPhone. Y el señor M. se diririgió a mi y me dijo: ¿Ves? Tiene un iPhone. ¿Y qué le dije yo?: -¿Es de los chinos?
Respuesta de Vincenzo, con expresión disgustada: -Yo no tengo nada comprado a los chinos. Es más: odio a los chinos. Son sucios. Hace poco estuve en París con un chino...y no se duchó en tres días.
Mi respuesta: ¿Y cómo lo sabes?
-Porque compartí habitación con él.
-¿Y dormiste en la misma cama?- segundo ataque mío.
Vincenzo cada vez más disgustado: No, yo en mi propia cama.
Sonó el iPhone. Su interlocutor le preguntó con quién estaba: -Con el señor M., la secretaria y la señorita M., la hermana del señor M., que parece Pippi Calzelungue. ( Aquel día yo llevaba el cabello recogido en dos coletas)
Me reí. Le ignoré y le conté al señor M. lo que me dijo el italiano una vez en la calle, cuando pasé con mi perro: -La signorina con el león...
Vincenzo terminó la conversación por el iPhone, y se interesó por lo que le conté al señor M.
El italiano me miró serio y me dijo: -Tú no eres como tu hermano. Estás siempre a la defensiva.
Me encogí de hombros despectivamente. ¿Cómo no voy a estar a la defensiva con un hombre, que cada vez que ve pasar a una mujer por delante, la puntúa? Pero sé que en el fondo, detrás de ese tipo maleducado, hay una persona correcta, capaz de besar a los niños pequeños. Supongo que añora su inocencia.
Vincenzo me preguntó a qué me dedicaba. Y cuando me preguntan tan directamente una cosa, contesto lo primero que me pasa por la cabeza: -Trabajo de camarera en un restaurante.
Lo dudó y el señor M. contestó: -Es puta, hombre.
-¿Y cuánto cobras?
-Depende del servicio...-Mi respuesta
-¿Por una mamada?
-300 euros.- Subí el precio, rogando que no los llevara encima.
Suerte que al italiano se le hacía tarde. Por que, ¿y si hubiera dejado los billetes sobre la mesa?
¿Cómo habría actuado yo? Ignorando la escena o embolsándome el dinero, haciéndole un gesto para que me siguiera?

Me he preguntado cómo hubiera actuado Emily D. Pero creo que en su tiempo, un caballero no le habría hablado de mamadas.

martes, 17 de junio de 2008

FRANQUI, ¿WHAT CAN I DO?


Hay días que tengo ganas de caminar más de lo habitual. Y entonces decido llegarme hasta el parque. Antes de ser este feo parque, que proyectó algún "lumbrera", era campo abierto, con olivares y algarrobos. Hasta allí me dirigía con Hedy. Qué placer verla libre y alocada, ladrándome para que le tirara la pelota amarilla...incansable.

Procuro tener siempre a mi lado algún compañero de cuatro patas. Tengo la excusa perfecta para salir sin remordimientos y volver luego al trabajo en soledad. Ahora, ya lo sabeis, me acompaña un delicioso perro salchicha de caminar divertido. Me encanta el reflejo de su figura en los cristales, ver cómo sus orejas saltan al compás de su trotar. Escucho música siempre, y hoy me he puesto Senza fine en repeat. Un día, si dejo de escribir durante más de lo habitual en este blog, es que un coche se me habrá llevado por delante, por culpa de los auriculares.

Cada día hago el mismo recorrido y paso junto al jardín del sanatorio para enfermos mentales. A partir de ahora seré políticamente incorrecta, y lo llamaré manicomio. Busco con la mirada a Gora, la golden retriever que desde hace un año, les hace compañía. La acaricio, pasando mi mano entre las rejas. Y me despido de ella hasta la tarde. Los pacientes ya me conocen, y yo les conozco a ellos. Mujeres y hombres de todas las edades, de mirada perdida y fumar empedernido. Están tranquilos, supongo que bajo los efectos de minúsculas pastillitas rosa. Para ellos, soy la chica del perro salchicha. A veces, si me fumo un cigarrillo furtivo, me piden uno...Y se lo doy.

Un día, me gustaría ser invisible y colarme en ese jardín de palmeras, y pasarme un rato con ellos. Que me contaran sus historias y el porqué de su estancia allí. Pero eso ya lo sé. Son los inadaptados, que un día hicieron un viaje prohibido, y ya no volvieron.

Conozco a uno de esos enfermos. Se llama Franqui. Le habíamos perdido la pista, hasta que vi que él también estaba en ese jardín. Sentado en un banco, solo. Se lo comuniqué a mi hermano y me dijo que iría a verle. Franqui decidió viajar. Cuando se fué, era un joven muy guapo. Ahora ha envejecido, pero aún conserva esa sonrisa que le acompañaba, cuando los dos, en un corto espacio de tiempo, tuvimos la misma edad. Mi hermano me contaba que algunos días, Franqui preguntaba: ¿Cómo está tu hermana?

En uno de esos paseos, miré hacia el jardín. Franqui se había dormido, sentado en su banco. Bajé la mirada apresuradamente, para que si despertaba, no supiera que yo le había visto.

Nunca he temido estar junto a los tristes. Muchas veces he bajado a su infierno, a veces sola y otras en su compañía. Y siempre he vuelto a subir, casi siempre indemne. Pero luego me miro las alas, y veo que cada vez quedan menos plumas. Se han ido quemando en las incesantes bajadas. Un día sólo me quedará su esqueleto, y temo que ya no podré volver a subir.

Sé que hay personas que, como yo, tienen alas. Y que buscan nuevas alas, porque las chicas que las poseen, van al cielo. Creo que Franqui también tuvo en su día unas, y las quemó. Un día, me atreveré a hablarle, y le diré que conozco un sitio dónde le harán unas alas a su medida.


lunes, 9 de junio de 2008

CHOCOLATE


Esta noche estaba cansada y me he quedado dormida en el sofá. Me ha despertado un grito: Gooooooooooooooooooooooooooool de Gio! He tardado en reaccionar. No sabía ni qué hora era ni dónde estaba. Casi estaba a punto de finalizar el partido entre Holanda e Italia. Pero he abierto bien los ojos cuando he reconocido a Zambrotta. ¡Hay que ver lo guapo que es! Esta próxima temporada tendré que seguir la liga italiana si quiero deleitame con su presencia. Si suelo ver algún partido de fútbol, es para ver jugadores guapos. He visto que las equipaciones vuelven a ser ceñiditas, como a mi me gustan. Me van los jugadores con hombros rectos, tipo Julio Salinas. Un día hice esta observación en voz alta y mi padre me contestó: -Sí, como los muñegotes que tú pintas...

Después he recordado una tarde de domingo. Mi hermana B. y yo vagábamos aburridas por casa, sin tener plan para la tarde, y decidimos hacer un bizcocho de chocolate. Esperábamos al resto de la familia para el ataque final, cuando oímos un estruendo por las escaleras. Era un rumor tipo: O, O, O....Curiosa, decidí acercar un ojo a la mirilla de la puerta, y vi cómo se acercaban de uno en uno, el equipo entero que, por aquellas fechas, entrenaba mi padre. Miré a mi hermana y le dije: ¡El equipo!,¡ El equipo! Mi padre había tenido la feliz idea de llevarse a casa a todos sus jugadores para merendar después de ganar el partido. De nada sirvió correr a esconderme.

Nos tocó preparar los platos de postre, sacar vasos y sacrificar nuestro precioso pastel de chocolate. Visto y no visto. Acabaron con todo el alcohol del mueble bar, y sólo quedaron unas tristes migajas del pastel en la fuente.

Eso sí, nuestro enorme sacrificio tenía al menos un consuelo. Disfrutamos de la presencia de aquel jugador al que apodaban Choco. Era el más guapo y peligroso del equipo, y no por los goles que marcaba, sino porque era un verdadero matador entre las féminas.

Creo que puedo decir que aquella tarde, nos hubiera gustado que se nos fundiera en la boca un trocito de chocolate, y no precisamente del pastel.
 
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