Ocurrió hace aproximadamente un mes y medio. Ya había anochecido y yo cosía una labor en el sofá, con la cabeza de Bruc sobre mi falda. Levanté un segundo la vista y vi cómo una sombra se movía en la terraza. “Imaginaciones tuyas”. Pero me inquieté. Me levanté y fui a ver. “Bruc, sal fuera y echa un vistazo”. El perro ni se movió. “Va, cobardica, sal” pero él continuó durmiendo. Encendí la luz de la terraza y ella aprovechó para colarse dentro del piso.
-Joder, hace frío aquí fuera. Has tardado en abrir…-dijo temblorosa.
Era ella. Desde el mes de mayo que no tenía noticias de ella. Vestía un jersey negro y unos pantalones ceñidos del mismo color. Parecía un gato.
-Has tardado en regresar. Pensé que ya no volverías –contesté a modo de reproche.
-¡Bah! Sabes que siempre acabo volviendo. Y más ahora, que se acerca la Navidad. Por cierto, das asco. ¿Te has mirado en el espejo?
-Tú también.
-Es que si tu adelgazas, a mí me ocurre lo mismo. Prepárate un té. Y líate un cigarrillo.
-Tendrá que ser una infusión. Elige entre frambuesa o melocotón. Ya no puedo beber té ni café. Por el insomnio…
-Lo que prefieras tu –contestó sentándose en el sillón colonial.
Me coloqué frente a ella dejando la infusión sobre la mesita auxiliar roja. Lié un cigarillo y lo encendí. Si yo exhalaba humo, ella hacía lo mismo.
-¿Qué te cuentas? –intenté entablar conversación, como si nada hubiera ocurido.
-Lo he pasado bien estos meses sin ti. Seguro que tú me has echado de menos, va, confiesa…
Encogí los hombros.
-Te echaba de menos en la playa. Se hace extraño caminar y no ver tu sombra reflejada en la arena. Pero ya me había acostumbrado. ¿Qué has estado haciendo?
-Me he dedicado a atrapar sueños. ¿Sabes a qué me refiero?
-Sé lo que es un atrapasueños. Un artilugio con cuentas y plumas que se cuelga en la cuna de un bebé y le protege de las pesadillas.
Me explicó que, cuando se cansaba de dar tumbos, buscaba una casa que le llamara la atención desde la calle. Entraba por una ventana y buscaba una habitación donde hubiera un niño. Se acostaba junto a él y velaba su sueño. Si la criatura lloraba, ella le soplaba en la oreja y volvía a dormirse plácidamente.
-Te sorprenderías si supieras en qué sueñan los niños…No siempre me acostaba junto a un bebé –empezó a reírse sin parar.
-Estás loca. Lo puedo imaginar.
Ella ignoró mi comentario y prosiguió.
-A veces, no encontraba ninguna cuna. Entonces buscaba por las habitaciones una cama vacía para descansar. Un dia presencié una discusión entre una pareja de jóvenes. Se acostaron juntos dándose la espalda, intentando hacer ver que dormían. Yo me puse entre los dos, disimulando mi risa y empecé a acariciar la nuca de ella con mi mano derecha. La mujer se hizo la despistada y me dejó seguir. Después, con mi mano izquierda le acaricié la espalda a él. Los dos se giraron y empezaron a besarse, buscando la reconciliación. Tuve que dar un salto y me escabullí.
-Te quedaste mirando, ¿a que sí?
Ella se tapó la cara con las manos y siguió riendo.
-Me quedé un momento, luego me fui al sofá. Cuando supe que habían acabado de hacer el amor, volví junto a ellos y me acosté. Esperé a que se durmieran y abracé al chico.
-Cómo eres…¿A quién importunaste más?
-¿Qué me pediste la última vez que me alejé?
-Que te pegaras a la sombra de lo que quise…¿Lo hiciste?
Me contó que un dia andaba aburrida y se dedicó a perseguir a las palomas de la gran ciudad. A una de ellas le arrancó una pluma y tuvo una idea. Le buscó, dio con él y se coló en su piso mientras él tendía la ropa en el balcón.
-No sigas –dije enfadada.
-Seguro que te mueres por saber cómo está.
No contesté y seguí con mi labor. Después de unos minutos, la curiosidad me pudo.
-¿Qué hiciste con la pluma?
Volvió a reír.
-Me acercaba a él por detrás mientras trabajaba. Me agachaba a su lado y le pasaba la pluma por la nariz hasta que conseguía que estornudara. Luego él decía en voz alta: “cachis, he vuelto a resfriarme…”
-¿Y qué más?
-A veces me aburría y me acostaba. Le esperaba leyendo algún libro. Cuando por fin venia a la cama, le miraba hasta que él conseguía conciliar el sueño. Sacaba la pluma y me dedicaba a acariciarle.
-Haces que me avergüence de ti…
-¿Por qué? Cuando él tenia pesadillas le soplaba en la oreja y se calmaba. Yo era su atrapasueños….
-Bueno, ya seguiremos mañana. Estoy cansada –me froté los ojos y me levanté del sofá.
-¿Puedo dormir contigo?
-Haz lo que quieras, pero no saques la pluma.
Ya en la cama, se abrazó a mí. Sonreí. Me echaba de menos, lo sé.
-La próxima vez no te coseré a mis pies. Usaré pegamento extrafuerte y te quedarás siempre conmigo.
-Olvidas que existe el disolvente.
La sombra bostezó largamente y se durmió. Aquella noche yo fui su atrapasueños.
-Joder, hace frío aquí fuera. Has tardado en abrir…-dijo temblorosa.
Era ella. Desde el mes de mayo que no tenía noticias de ella. Vestía un jersey negro y unos pantalones ceñidos del mismo color. Parecía un gato.
-Has tardado en regresar. Pensé que ya no volverías –contesté a modo de reproche.
-¡Bah! Sabes que siempre acabo volviendo. Y más ahora, que se acerca la Navidad. Por cierto, das asco. ¿Te has mirado en el espejo?
-Tú también.
-Es que si tu adelgazas, a mí me ocurre lo mismo. Prepárate un té. Y líate un cigarrillo.
-Tendrá que ser una infusión. Elige entre frambuesa o melocotón. Ya no puedo beber té ni café. Por el insomnio…
-Lo que prefieras tu –contestó sentándose en el sillón colonial.
Me coloqué frente a ella dejando la infusión sobre la mesita auxiliar roja. Lié un cigarillo y lo encendí. Si yo exhalaba humo, ella hacía lo mismo.
-¿Qué te cuentas? –intenté entablar conversación, como si nada hubiera ocurido.
-Lo he pasado bien estos meses sin ti. Seguro que tú me has echado de menos, va, confiesa…
Encogí los hombros.
-Te echaba de menos en la playa. Se hace extraño caminar y no ver tu sombra reflejada en la arena. Pero ya me había acostumbrado. ¿Qué has estado haciendo?
-Me he dedicado a atrapar sueños. ¿Sabes a qué me refiero?
-Sé lo que es un atrapasueños. Un artilugio con cuentas y plumas que se cuelga en la cuna de un bebé y le protege de las pesadillas.
Me explicó que, cuando se cansaba de dar tumbos, buscaba una casa que le llamara la atención desde la calle. Entraba por una ventana y buscaba una habitación donde hubiera un niño. Se acostaba junto a él y velaba su sueño. Si la criatura lloraba, ella le soplaba en la oreja y volvía a dormirse plácidamente.
-Te sorprenderías si supieras en qué sueñan los niños…No siempre me acostaba junto a un bebé –empezó a reírse sin parar.
-Estás loca. Lo puedo imaginar.
Ella ignoró mi comentario y prosiguió.
-A veces, no encontraba ninguna cuna. Entonces buscaba por las habitaciones una cama vacía para descansar. Un dia presencié una discusión entre una pareja de jóvenes. Se acostaron juntos dándose la espalda, intentando hacer ver que dormían. Yo me puse entre los dos, disimulando mi risa y empecé a acariciar la nuca de ella con mi mano derecha. La mujer se hizo la despistada y me dejó seguir. Después, con mi mano izquierda le acaricié la espalda a él. Los dos se giraron y empezaron a besarse, buscando la reconciliación. Tuve que dar un salto y me escabullí.
-Te quedaste mirando, ¿a que sí?
Ella se tapó la cara con las manos y siguió riendo.
-Me quedé un momento, luego me fui al sofá. Cuando supe que habían acabado de hacer el amor, volví junto a ellos y me acosté. Esperé a que se durmieran y abracé al chico.
-Cómo eres…¿A quién importunaste más?
-¿Qué me pediste la última vez que me alejé?
-Que te pegaras a la sombra de lo que quise…¿Lo hiciste?
Me contó que un dia andaba aburrida y se dedicó a perseguir a las palomas de la gran ciudad. A una de ellas le arrancó una pluma y tuvo una idea. Le buscó, dio con él y se coló en su piso mientras él tendía la ropa en el balcón.
-No sigas –dije enfadada.
-Seguro que te mueres por saber cómo está.
No contesté y seguí con mi labor. Después de unos minutos, la curiosidad me pudo.
-¿Qué hiciste con la pluma?
Volvió a reír.
-Me acercaba a él por detrás mientras trabajaba. Me agachaba a su lado y le pasaba la pluma por la nariz hasta que conseguía que estornudara. Luego él decía en voz alta: “cachis, he vuelto a resfriarme…”
-¿Y qué más?
-A veces me aburría y me acostaba. Le esperaba leyendo algún libro. Cuando por fin venia a la cama, le miraba hasta que él conseguía conciliar el sueño. Sacaba la pluma y me dedicaba a acariciarle.
-Haces que me avergüence de ti…
-¿Por qué? Cuando él tenia pesadillas le soplaba en la oreja y se calmaba. Yo era su atrapasueños….
-Bueno, ya seguiremos mañana. Estoy cansada –me froté los ojos y me levanté del sofá.
-¿Puedo dormir contigo?
-Haz lo que quieras, pero no saques la pluma.
Ya en la cama, se abrazó a mí. Sonreí. Me echaba de menos, lo sé.
-La próxima vez no te coseré a mis pies. Usaré pegamento extrafuerte y te quedarás siempre conmigo.
-Olvidas que existe el disolvente.
La sombra bostezó largamente y se durmió. Aquella noche yo fui su atrapasueños.