
Siempre he pensado que las chicas se dividen en dos grupos, las que montan en bicicleta, y las que no. Conozco a una de esas chicas, parece que flotan, sus pies apenas rozan el suelo, a sus cabellos, siempre los mece el viento.Son etéreas como princesas. Si alguien les esconde un guisante bajo su colchón, duermen mal.
Mi madre nos la llevó a casa un día de verano, lo recuerdo perfectamente, vestida con una camisita de hilo rosa y un chupete en la boca. Le pregunté a mi madre si la podía coger en brazos, y me dijo, sí, pero con muchísimo cuidado. Ha sido siempre la alegría de la casa, nuestro juguete. Hemos compartido juegos, deberes, chocolate caliente, pan con tomate, a Coppini, Hedy y ahora, a Bruc ( si vierais cómo la quiere...) idas y venidas, del cole a casa, de casa a música. Cuando llovía, yo me encargaba de irla a buscar con el 850. Coppini sentada en la bandeja del coche, la música, Vereda Tropical. Siempre dijimos que cuando ella estudiara en Barcelona, yo iría a cuidarla y nos llevaríamos a la perrita. Se lo contó a su madre y ella le repondió: on pararà la Coppini! Qué forma de decirle que la perrita no viviría eternamente!
Con ella siempre me he sentido como la tía mágica de Truman Capote, aquella mujer que le cuidó de niño, que cocinaba galletas y pasteles, para que el niño nunca se sintiera solo. O la tía Polly de Tom Sawyer, que le daba con el dedal en la cabeza, cuando éste se portaba mal. No creo que yo hubiera sido una buena madre, demasiado anárquica y dispersa, pero creo que he sido una buena tía...
Un día, llegó muy malhumorada del colegio. Llevaba muchísimas divisiones y no podría ver Bola de Drac. Le dije que empezara a dividir, que yo le acabaría las cuentas. Mi hermana Bego dijo que si tuviera hijos, los apartaría de mi influencia, y mi hermano respondió: huy, sí! si tienes un hijo, lo llevarás a inglés, a tenis, a...La niña, levantó la mirada y añadió, pobre niño...Años después, mi hermana me pidió que cuidara de sus dos hijos. No he debido ser tan mala influencia.
Mis mejores nocheviejas han sido las que he pasado a su lado. Un año, mi madre nos compró tres bragas rojas, para que empezáramos bien el año. Para mí, para la niña...y para Coppini. Y aquella noche dormimos con bragas rojas, sí señor!
Hemos pasado de todo, bueno y malo, pero siempre que estamos juntas, reímos mucho. Vivimos el presente. Hay semanas que se hacen largas, y mi moral empieza a decaer. Pero luego, suena una llamada, o el timbre de la puerta, es ella, y la fiesta continúa.
Le encanta salir, conoce a todo el mundo, y son los demás, los que se acercan a saludarla. Cuando caminamos juntas por la calle, la gente la mira. Creo que ha debido de provocar más de un accidente. Tiene aire.
Está dotada de un don, el de la escritura. No sé en qué parte de su cabecita se esconden las palabras. Deben de ser nubes que la acompañan, pero no nubarrones, sino nubes blancas que sueltan su lluvia en forma de letras. Y ella las une sabiamente.
Es periodista, reportera tribulete. Me cuenta sus entrevistas con escritores. Un día la lleva Baltasar Porcel en su coche, otro está tomando un café con los Antònia Font. El mundo se enamora de ella, yo lo sé. Y ella, también quiere al mundo.
Vive en Gràcia, y si la veis, decidle que la quiero mucho. Por cierto, hoy cumple veinticuatro años.