jueves, 24 de mayo de 2012
SOMEWHERE
Hola, ja sé que et vaig prometre que t’escriuria i no ho he fet. Perdona’m. Però avui he pensat en tu quan baixava caminant fins al centre de la ciutat. Tenia una llista de materials de dibuix que m’havia de comprar i m’has vingut al pensament, perquè, te’n recordes? Fa anys em vas donar diners per quan els necessités…Com han passat els anys, tio. Ara em sento com quan tenia dinou anys i començava a viure una nova vida lluny dels de casa. Només és que han passat vint-i-sis anys i torno a començar de nou, amb nous materials de dibuix per comprar i noves il•lusions, dixant als de casa de nou ni que ells estiguen bé.
Suposo que has vist algunes fotos de la xiqueta, de Cinta. És més guapa, tio…A ella és a qui enyoro més, tot i que la veig sovint. Te’n riuries amb les seves sortides, és mot graciosa i té el mateix geni que tenia jo de menuda. A vegades li dic: quin geni! I després penso: ja et va bé, que ningú et face mal. Si t’han de pegar, pega tu primer…
Javito ja és un home, alt i guapo! I Lluís, tan carinyós i alegre com n’hi han pocs…I la Paula, una doneta de cabells arrissats a la que t’estimaries molt. N’estaries orgullós dels quatre.
Sempre penso com seria el teu fill si hagués nascut: ara tindria uns vint anys i et faria patir perquè només tindria al cap les motos, com tu. Seria alt i guapo i amb una dent del davant trencada d’una caiguda, com tu…
També penso quina careta tindria ma filla si hagués nascut. Tindria nou anys i seria com jo, moreneta, però una miqueta més guapa. Saps què penso? Que segurament no havia de ser i ho he acceptat. Penso que els meus fills seran de paper i quan seré velleta encara dibuixaré al costat d’una finestra els personatges que crearé. Als meus peus seguirà dormint un gos, i de tant en tant miraré al jardinet que tindré i pensaré en tu com si no haguessen passat els anys i tornaré a escriure't, demanat-te perdó per no fer-ho més sovint. I potser et contaré que els que ara són nens ja són pares i et diré: són més guapos, tio…
Trobaré mai el meu lloc? Dona’m la mà, encara estem a mig camí…
miércoles, 16 de mayo de 2012
ALTA COSTURA
Hace más de veinte años empecé a estudiar diseño de moda en una escuela privada situada en la Diagonal de Barcelona, frente al entonces llamado hotel Presidente. La academia en cuestión era un lugar poblado de pijos, modernos y demás. Yo me incluyo entre los “demás”. Me costó muchísimo adaptarme a ella. No encajaba para nada en aquel ambiente. Recuerdo que antes de marcharme del sur, me fui a despedir de mi tío Joan. Él se fue a su habitación y salió con un sobre con 6000 pesetas en su interior. Me dijo: esto es para ti. Gástalo en lo que necesites. No quise aceptarlo pero insistió.
No sé ni cómo ni cuando había decidido estudiar diseño. Quizá porque siempre andaba dibujando figurines en los márgenes de mis apuntes de instituto. El caso es que acabé en una escuela de pago.
Estudiábamos diseño de moda y complementos, dibujo, márqueting, patronaje, costura. Recuerdo al profesor Vilumara. El primer día nos amenazó: si alguien pronunciaba en su presencia la palabra “divertida” para referirnos a la moda, ya podía contar con un suspenso eterno en su asignatura.Otro profesor, el de márqueting, un hombre bajito y calvo cuyo nombre no recuerdo, se refería a los cortes traseros en una americana masculina como “tirapedos”. La expresión tenía su gracia, hay que reconocerlo. Los profesores de dibujo eran dos: padre e hijo. El padre era un malhumorado nato, supongo que tampoco encajaba en aquella escuela. El hijo parecía un seminarista, pero derrochaba la amabilidad que le faltaba a su progenitor. Suspendí la asignatura de dibujo porque el padre era un pésimo profesor, no porque yo fuera mala alumna. En verano tuve que recuperar su asignatura con clases particulares. Dibujé mis manos y mis piés en cuarenta láminas. Aprobé con nota en septiembre.
Pero fue la profesora de costura, una señora mayor, sin duda modista retirada, la que me dijo cuando le enseñé el ojal perfecto que había cosido: tienes fuerza en las manos. Los demás se hacían un lío con los hilos, las agujas, el dedal y presentaban las prendas de muestra en un estado lamentable. Las mías eran perfectas, pulcras.
Veinte años después aún me dedico a ello, a la costura. Cuando me preguntan en qué me gano la vida, contesto tímidamente: soy modista. Me miran raro, porque suena anacrónico. Pero siempre he sido anacrónica, siempre he vivido fuera de tiempo. Diseño, corto, pruebo, coso. Y mientras coso, pienso.
Este post se lo dedico a Paloma, aunque nunca lo lea. Gràcies, Palomín.
lunes, 14 de mayo de 2012
COMPUESTA Y SIN NOVIO
El día es cálido y decido enseñar las piernas. Busco una falda que quede ceñida al cuerpo para que me digan ole! cuando me cruce con una banda de músicos guapos y alegres. Y me lo dicen…se lo cuento a un amigo gracioso que tengo y me responde: debían ser aquellos de la cabra para que les dejes dinero en el sombrero.
Tú te has vuelto loco y yo estoy loca perdía…
Y me pregunto: si Dios te ha dado un cuerpo de ole, ¿por qué sigues soltera pa toa la vida?
Compuesta y sin novio, porque tengo mis razones…
Hoy me he levantado petarda…
jueves, 10 de mayo de 2012
RECONDITA HARMONIA
A vegades em sento així, amb una harmonia tan amagada, profunda, oculta, reservada...que ho he de compartir...Jaume canta tan sols per a mi una cançó d'amor. Amagat, profund, ocult, reservat...harmònic...Bruc em mira i es pregunta què em passa.
martes, 17 de abril de 2012
LA REINA ITALIANA
De las cuatro hijas que vivían en aquella casa frente al canal, ella era la más bella. Cada una tenía un encanto particular, quizá compartían un aire o la mirada, pero ella era la más perfecta de la camada. Cuando su cuerpo dejó atrás la adolescencia, nadie permanecía indiferente a su paso. No era cercana como sus hermanas, ni siquiera lo pretendía. Las reinas italianas deben permanecer distantes, inalcanzables.
Pienso en ella cuando me acerco caminando hasta la plaza Urquinaona. Busco con la mirada un edificio que me resulte familiar al que me describieron. En alguno de ellos vivió de recién casada, en la ciudad que nunca se acaba, compartiendo su vida con el hombre que la rodeó de riquezas y le dio un hijo. Cubría su cuerpo con los mejores paños importados de Italia, abrigos y vestidos de seda hechos a medida. Los zapatos y los bolsos de la mejor piel. Quizá joyas que no necesitaba…
Cuando él regresaba a casa cenaban en aquel comedor decorado con los muebles lujosos y cuadros modernistas que él aportó al matrimonio. Luego se perdían por las calles mientras paseaban al dálmata heredado, aunque a ella no le gustaran los perros. La imagino acariciando su cabeza cuando nadie la veía, aparcando momentáneamente su miedo.
Busco en mis rasgos algo que me recuerde a ella. Quizá un aire distante, fruto de la timidez. Sonrío. Sí, aquí está ella, en la mirada. En los ojos que brillan sólo cuando reímos y estamos enamoradas. Por fin cercana, como en la foto. Porque es joven, feliz, y tiene toda una vida por delante.
Las reinas italianas a veces se enamoran y durante un tiempo bajan la guardia derribando el muro que las protege. Y los hombres que las quieren dan gracias por su fortuna, por tenerlas a su lado, aunque sólo sea paseando a un perro por las calles de la ciudad que nunca se acaba.
Pienso en ella cuando me acerco caminando hasta la plaza Urquinaona. Busco con la mirada un edificio que me resulte familiar al que me describieron. En alguno de ellos vivió de recién casada, en la ciudad que nunca se acaba, compartiendo su vida con el hombre que la rodeó de riquezas y le dio un hijo. Cubría su cuerpo con los mejores paños importados de Italia, abrigos y vestidos de seda hechos a medida. Los zapatos y los bolsos de la mejor piel. Quizá joyas que no necesitaba…
Cuando él regresaba a casa cenaban en aquel comedor decorado con los muebles lujosos y cuadros modernistas que él aportó al matrimonio. Luego se perdían por las calles mientras paseaban al dálmata heredado, aunque a ella no le gustaran los perros. La imagino acariciando su cabeza cuando nadie la veía, aparcando momentáneamente su miedo.
Busco en mis rasgos algo que me recuerde a ella. Quizá un aire distante, fruto de la timidez. Sonrío. Sí, aquí está ella, en la mirada. En los ojos que brillan sólo cuando reímos y estamos enamoradas. Por fin cercana, como en la foto. Porque es joven, feliz, y tiene toda una vida por delante.
Las reinas italianas a veces se enamoran y durante un tiempo bajan la guardia derribando el muro que las protege. Y los hombres que las quieren dan gracias por su fortuna, por tenerlas a su lado, aunque sólo sea paseando a un perro por las calles de la ciudad que nunca se acaba.
lunes, 19 de marzo de 2012
EL PIANO DE COLA
Bruc y yo solemos hacer el mismo recorrido todas las mañanas. Buscamos el sol en un paseo rápido por las plazas cercanas a mi calle. Empezamos por la del Diamant. Allí juegan tres bulliciosos bull dogs, ajenos a la gente que va y viene, como niños pequeños. Parecen hermanos. Bruc ni siquiera los mira, tan concentrado está por marcar territorio en todos los árboles, ruedas de coches y esquinas que vamos encontrando en nuestro paseo. Me armo de paciencia, mientras él tira de la correa y yo aflojo. A veces soy yo la que tira y él afloja. Como una pareja más.
Hoy, en el centro de la plaza de la Virreina, había un piano de cola. Una enorme grúa lo acababa de instalar, o al menos así lo he creído. Nadie lo tocaba y nos hemos cansado de esperar.
Después de comer hemos vuelto. Ya ni me acordaba del piano, simplemente errábamos sin rumbo para matar el tiempo. Una joven se había sentado frente al piano, concentrada en su labor de hacer volar la música entre los árboles para quien quisiera oírla. Me he sentado junto a una mujer que dibujaba un edificio. Después de la pianista un hombre interesante ha ocupado su lugar. Antes de deslizar sus dedos sobre las teclas del piano había dejado un libreto con partituras de música de Tom Waits. Por eso me ha parecido interesante. Mientras el pianista tocaba en mi imaginación aquella canción ideal para pedir perdón cuando se ha cometido una ofensa, la grúa ha encencido su motor para subir una nevera en lo más alto del edificio que unos momentos antes dibujaba la señora que había a mi lado. El ruido de la grúa ha apagado a todos los demás. Los de la gente que charlaba en las terrazas, los ladridos de los perros, los móviles que nunca callan…En mi cabeza había silencio. Mis pensamientos estaban en otro sitio. Me he levantado y he tirado de Bruc.
De regreso a casa, me he cruzado con una chica que bajaba una cuesta en bicicleta. Era mi hija. Cuando me ha visto me ha saludado con la mano mientras yo le mandaba un beso.
Una vez más tendremos que ir a París…
domingo, 11 de marzo de 2012
EL DÍA QUE NACÍ YO
El día que nací yo, ¿qué planeta reinaría? De momento tengo el sol a mi favor y las estrellas relucen para mí, aunque la luna se esconde cuando me ve. Ya caerá.
Mañana me levantaré temprano. Me compraré un jersey a rayas para celebrar la primavera y unas violetas para que alegren la casa. Antes habré quemado un trozo de madera de palosanto que me dio mi hermana Sumpta. Rituales tontos.
Mañana el primer sol será para mí. Celebraré que ya tengo otra primavera más. Mañana no coseré, vagaré por la ciudad que de momento me acoge. Quién sabe dónde estaré la próxima primavera. No importa. Ahora estoy aquí.
Soy FELIZ.
jueves, 8 de marzo de 2012
LA PRINCESITA
La niña rubia es el prototipo de princesita, aunque no me agrade este apelativo para las niñas. Las hace débiles y tontas, y las mujeres no somos así. Al menos algunas...¿Pero qué pasa si una nace rubia y guapa como la niña rubia? pues que al final le dije yo lo de princesita. Fue más o menos así: duerme, princesita.
No me gusta que las niñas vayan vestidas de princesa, con lazos ni abalorios en su cuello. No somos árboles de Navidad. Y al final acabé comprándole una chaqueta del color exacto de la pantera rosa. Y unas gafas de sol de Hello Kitty del mismo color para que fuera conjuntada.
Esta misma mañana yo me alisaba el cabello y he hecho lo mismo en el suyo. Me he puesto hidratante en la cara y a ella también. Me he coloreado la cara y a ella también. Me he pintado los labios en el ascensor y a ella le he hecho lo mismo.
Esta tarde veremos La bella durmiente...La niña rubia hubiera podido parecerse a Pocahontas...pero se parece más a Aurora. Pocahontas era yo.
domingo, 26 de febrero de 2012
NANTUCKET
La isla tenía apenas ochenta kilómetros cuadrados, siete mil habitantes, tres mil casas, un museo de la ballena (creado diez años atrás, en 1929), el faro de Brant Point y largas playas donde pasear y dejar las huellas de los zapatos en la arena. Pero, para Dash, lo más atractivo de ese lugar era su nombre sonoro: Nantucket. Decidió trasladarse a vivir allí hacía poco más de un año, cuando dio por finalizada su carrera como escritor, mientras que la de Lilly comenzaba a tomar velocidad de crucero tras el estreno exitoso de sus primeras obras de teatro. No creyó que la perjudicara arrastrándola a habitar entre gaviotas y peñascos. Apenas cuarenta kilómetros separaban la isla de Cape Cod en barco, y también estaban cerca de Nueva York y sus teatros de Broadway donde estrenaban las creaciones de Lillian.
Dash se sentía cómodo en ese aislamiento.
El año pasado, tal día como hoy, abrí el correo a media tarde. Lo que encontré en la bandeja de entrada me dejó sorprendida. Era una felicitación por haber quedado finalistas a un premio literario. Lo primero que pensé fue en llamar al coautor de la novela que enviamos justo el mismo día en que acababa el 2010. Esperé un poco y fumé un cigarrillo. Hacía tiempo que no hablaba con él. Al final cogí el móvil, busqué su nombre en la lista de contactos y apreté el botón verde de la llamada. Saltó el contestador, cómo no, y colgué. Le escribí un mensaje corto: llámame, es importante. Luego hablé con mis padres, mis hermanos, mi hija, mi amiga la Bruji.Y con Mary Kate. Nos reímos, me felicitaron…y volvió el silencio a mi ático.
En ese momento de calma recordé todo lo que había significado para mí D & L. Durante un año conseguí mantener en vilo a mis lectores. En cada capítulo de la novela a términos había puesto palabras y sentimientos a un grupo de personajes que creamos entre todos. No fue fácil para mí pero el ánimo de todos los que me leían me ayudaba a seguir. Logré acabar la novela y descansé. Como Lillian cuando ponía el punto final a una de sus obras de teatro.
Escribiendo me reí, discutí con el corrector, sufrí, pero disfruté de cada escena, de cada palabra. Me había costado pero lo conseguí. Perseverancia lo llaman algunos. Quizá sí. Nunca dejo nada a medias, inacabado. Todo debe de tener su principio, su nudo y su desenlace.
Al cabo de una hora me llamó el corrector. Le di la notícia y hablamos unos minutos. Después se hizo el silencio otra vez en el ático y me levanté para hacer la cena. Sonreí.
En la vida todo tiene también su principio, su nudo y su desenlace. Creo que yo aún estoy en la fase nudo. Falta un desenlace. Todo llegará. Y volveré a marcar los teléfonos de mis padres, de mis hermanos, de mi hija, de mi amiga la Bruji, de Mary Kate, para decirles que esta vez va en serio, que ya lo tenemos. Y Dash y Lilly serán eternos y con ellos los personajes que les acompañaron en esa isla de apenas ochenta metros cuadrados de sonoro nombre: Nantucket.
Valió la pena, corrector.
Dash se sentía cómodo en ese aislamiento.
El año pasado, tal día como hoy, abrí el correo a media tarde. Lo que encontré en la bandeja de entrada me dejó sorprendida. Era una felicitación por haber quedado finalistas a un premio literario. Lo primero que pensé fue en llamar al coautor de la novela que enviamos justo el mismo día en que acababa el 2010. Esperé un poco y fumé un cigarrillo. Hacía tiempo que no hablaba con él. Al final cogí el móvil, busqué su nombre en la lista de contactos y apreté el botón verde de la llamada. Saltó el contestador, cómo no, y colgué. Le escribí un mensaje corto: llámame, es importante. Luego hablé con mis padres, mis hermanos, mi hija, mi amiga la Bruji.Y con Mary Kate. Nos reímos, me felicitaron…y volvió el silencio a mi ático.
En ese momento de calma recordé todo lo que había significado para mí D & L. Durante un año conseguí mantener en vilo a mis lectores. En cada capítulo de la novela a términos había puesto palabras y sentimientos a un grupo de personajes que creamos entre todos. No fue fácil para mí pero el ánimo de todos los que me leían me ayudaba a seguir. Logré acabar la novela y descansé. Como Lillian cuando ponía el punto final a una de sus obras de teatro.
Escribiendo me reí, discutí con el corrector, sufrí, pero disfruté de cada escena, de cada palabra. Me había costado pero lo conseguí. Perseverancia lo llaman algunos. Quizá sí. Nunca dejo nada a medias, inacabado. Todo debe de tener su principio, su nudo y su desenlace.
Al cabo de una hora me llamó el corrector. Le di la notícia y hablamos unos minutos. Después se hizo el silencio otra vez en el ático y me levanté para hacer la cena. Sonreí.
En la vida todo tiene también su principio, su nudo y su desenlace. Creo que yo aún estoy en la fase nudo. Falta un desenlace. Todo llegará. Y volveré a marcar los teléfonos de mis padres, de mis hermanos, de mi hija, de mi amiga la Bruji, de Mary Kate, para decirles que esta vez va en serio, que ya lo tenemos. Y Dash y Lilly serán eternos y con ellos los personajes que les acompañaron en esa isla de apenas ochenta metros cuadrados de sonoro nombre: Nantucket.
Valió la pena, corrector.
lunes, 6 de febrero de 2012
LA CAMA

Ayer me dijeron: Emily, aún no has visto mi habitación…Pelirroja, deberías haber seguido el consejo de cruzar los dedos ante mi presencia. Aquella habitación que me mostraban estaba hecha para el amor. Sí, claro, también se puede dormir en ella, o escribir un relato vecinal una mañana de domingo mientras en el exterior caen copos de nieve. Pero como me decía mi madre: Emily, a ti la picardía no te dejó crecer. Y si veo una cama siempre pienso en lo mismo, ya saben. Aquella cama invitaba a tirarse en ella, como dijo una aprendiz de costurera momentos más tarde. Sí, a tirarse en ella y que haya alguien esperándote, pensé.
Mi amiga la Bruji se reía de mí porque una vez le conté un chiste. Más o menos era así: una pareja se casa sin consumar su amor antes de tiempo. Él era delgado, muy delgado. La noche de bodas apagan la luz, por timidez, supongo. Cuando el recién casado se tira en la cama haciendo el salto del tigre, ella grita contrariada: ¡cariño, enciende la luz que se me ha caído el crucifijo encima! Espero que se entienda. Como en la época que le conté el chiste a mi amiga yo salía con un chico delgado, muy delgado, ella se mofaba de mí y me decía: a ti lo que te va caer es el Santo Cristo encima si apagáis la luz…Porque si a mí la picardía no me dejó crecer a ella le ocurrió lo mismo.
Como normalmente los lunes hago limpieza general de la casa, le he echado un vistazo a mi habitación. Y he llegado a la conclusión de que mi dormitorio es el de una monja. No hay crucifijo pero es austera como una celda monacal: Sólo hay una cama, una lámpara que reposa en el suelo de madera sin una triste mesita de noche, una cómoda de metal donde guardo la ropa interior y una mesa de color rojo y sobre ella tres fotos: una de la niña rubia sonriendo, una mía junto a Paula, mi otra sobrina, en Sitges el verano pasado y la de mi tío Joan. Hay también una caja de madera que espera una restauración a fondo y dos carpetas con dos proyectos que más pronto o más tarde se realizarán. Y un perfume que huele a naranjas, nada sensual.
Pero cuando me acuesto en mi cama acompañada de Bruc y apago la luz para dormir (el perro me hace la vida imposible si quiero leer un ratito) le digo al oído: ¿tampoco estamos tan mal, no? Y él me responde suspirando profundamente como si me dijera: estamos bién, ahora durmamos un poco. Y sonrío porque los dos formamos un 44 perfecto.
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