Para Troyana e Iduard, que me pidieron sexo en los relatos.
Entra como si estuviera en su casa, se sienta y se desata los zapatos, sin dejar de mirarme. Se estira y se relaja fumando un cigarrillo. Nunca me pide permiso para prender uno. No lo necesita. Si se lo negara, lo encendería igualmente.
Llevo dos años escuchando sus historias. Aunque ya tiene el alta médica, sigue acudiendo a mi consulta cada jueves. Yo la espero con impaciencia. Tengo una teoria respecto a ella: creo que durante dos años se ha inventado una vida con sus fantasías.
-Hoy lo he vuelto a hacer -espera una palabra mía.
-Dispara -respondo.
Aspira profundamente el humo de una calada, y continúa. Aprovecho también para relajarme y le robo un cigarrillo.
-Siempre me sucede lo mismo cuando llega el buen tiempo. Busco en el armario las prendas que guardo de la temporada anterior y reaparece el vestido negro. Me lo pongo y decido salir a la calle sin ropa interior.
La observo. Todavía lo lleva puesto.
-Espero un autobús y elijo el que va más lleno. Como debo de ir de pie, me sujeto a una barra para no caerme y no transcurren ni dos segundos cuando siento la respiración de alguien en mi nuca. Observo su reflejo en el cristal de la ventanilla y si el hombre que está detrás de mí me gusta, le sonrío. Cuando el conductor toma una curva a velocidad excesiva, me dejo ir. El hombre me agarra de las caderas y aprovecha para frotarse en mi culo. Busco dónde puedo apearme y aprieto el botón rojo de parada. Él se sitúa cerca para seguirme. Camina a cierta distancia y noto cómo me mira. Entro en el Morryssom, y me siento en un taburete frente a la barra. Dejo el bolso a mi lado, pido una cerveza bien fría y estudio las tapas. Tengo apetito. Él también ha entrado y ocupa una de las mesas que quedan libres. Continúa mirándome, tal vez esperando una señal mía. Tomo un sorbo de cerveza y enciendo un cigarrillo. Él hace lo mismo en su mesa y deja escapar el humo mirando al techo.
-Por qué has elegido el Morryssom? -le pregunto con curiosidad.
-Porque me gusta, por nada más -responde contrariada ante mi inoportuna interrupción.
-Pues como te decía. ¿Por dónde iba?
-Él fuma.
-Ah, sí. Continúo ¿no?
Asiento con la cabeza.
-Apago el cigarrillo y tomo otro trago de cerveza. Cojo el bolso y camino hacia el lavabo, esperando que él me siga. Está ocupado y aguardo en el pasillo. Cuando estoy a punto de entrar, me empujan hacia su interior con violencia y me sujetan las muñecas por la espalda. Me tapan los ojos con un pañuelo y me obligan a girarme. Mi corazón ha comenzado a latir, cada vez con más fuerza. Dudo entre gritar o dejarme hacer. Pero unas manos que parecen de mujer por su suavidad ascienden por mis muslos, levantándome la falda “¿Lo has hecho alguna vez con una mujer?” me pregunta una voz femenina. Le contesto que no con la cabeza y me dejo ir. “Nunca”. “¿Acostumbras a ir sin ropa interior?” Sonrío. “Sólo cuando me pongo este vestido”. “Yo no llevo jamás” asegura ella. “Cuando he visto que no se te marcaban las bragas en el vestido de punto, he sabido qué querías”.
Mientras me va narrando lo que hacían entre ellas, cojo otro cigarrillo del paquete.
-¿Sigo?
-Claro. Sólo quería fumar.
-La mujer parece experta en el arte de amar a las mujeres. Une su boca a la mía y me acaricia un pezón sobre la tela del vestido. Me besa el cuello y va descendiendo con sus labios hasta los pechos. Ahora sus manos han llegado a mi sexo y me separa las piernas. “Ábrete”, ordena. Le hago caso y comprueba con un dedo mi estado. Estoy realmente excitada. Se me nota. Me entra suavemente y mueve la mano sin dejar de besarme y moverse dentro de mí. Siento que en cualquier momento llegaré dónde quiero, y al final lo consigo. Tengo una explosión en mi interior como hacía años que no sentía. Llaman a la puerta y nos seguimos besando cogidas de las manos. Le quiero corresponder pero ella me detiene. “Tranquila, volveremos a encontrarnos” asegura. Intento desprenderme del pañuelo que me tapa los ojos, pero ella me lo impide. “Déjatelo hasta que yo me haya ido. Te lo quedas como recuerdo”
Se queda callada unos minutos y vuelve a encender un cigarrillo. Se incorpora y busca algo en el interior de su bolso. Saca un pañuelo y sonríe. Se levanta y camina hacia mí con una expresión risueña en la mirada.
-He decidido que hoy es el último día que nos vemos. No querrás decepcionarme, ¿verdad? -me pregunta mientras me tapa los ojos con la prenda de seda.
Gracias a Gemma y a Joan por corregirlo y traducirlo. Y al Veí por publicarlo en su blog.