jueves, 30 de junio de 2011

BRACKETS












Hoy me han dado la confirmación de la fecha que esperaba desde hace tanto tiempo: el 28 de julio, por fin, me quitan los brackets, llamados vulgarmente "hierros". Los he llevado durante casi tres años. En todo este tiempo me ha pasado de todo, pero lo mejor, mejor, es que he tenido éxito con los hombres. Hago recuento, a ver? mmmmmm. Sí. Bueno, tampoco tantos. Si en las mujeres he despertado compasión, ai, pobra, en los hombres he despertado ternura. Os cuento:
Se enamoró de mi humilde persona un músico valenciano. Tonteamos dos meses más o menos. Hasta la noche que le dije adiós después de un concierto de tangos. Antes me había pagado la cena con el dinero que ganó con su último bolo. Supongo que luego debió arrepentirse, lo de pagar la cena, pero no, creo no. Una pena, ya que me ofreció de pintar la terraza del ático de gratis.
Segundo: una noche necesité la ayuda de un operario del gas natural. La caldera del agua caliente no funcionaba. Era un guasón y me pidió de salir a tomar algo por ahí. Le dije que no, que estaba casada. No tienes pinta de casada. Bueno, es que él vive lejos y sólo viene los fines de semana, estará al caer. Como yo reía sin parar y trataba de ocultar los dientes me soltó: tía, ¡la ortodoncia mola! Le despedí con mis brackets a vista y cuando ya descansaba en el sofá, sonó el teléfono: ¿seguro que no quieres que te invite a una cerveza? No, que mi marido ya está en casa. He de colgar que es celoso... Tercero: un italiano me ofreció 300 euros si satisfacía su fantasía erótica de hacerlo con alguien que llevara ortodoncia. Le dije que no. Aún cuando me lo cruzo por la calle, me pellizca los mofletes y me dice: bella! Eres más guapa que Fiona, la novia de Shrek.
Mi sobrino Luigi me contestó a mi pregunta: ¿a que estoy fea con estos hierros en la boca? No, estás más guapa que nunca. Me lo creí, dicen que los niños nunca mienten.
Josep, una de las personas a las que más quiero en este mundo me preguntó por qué llevaba brackets. Le contesté que era una cuestión de autoestima. Endavant, doncs. Le sonreí y me abrazó.
Después hubo un tiempo de calma hasta noviembre del año pasado. Josep. Duró dos meses pero me enseñó a besar mientras nos reíamos de los hierros. Me queda un mes para aprovechar mi éxito con los hombres. A ver si aprendo y espabilo, que se'm passa l'arròs.
Conclusión. Si usted la que me lee quiere un hombre en su vida, que le diga guapa, le pague cenas, le pinte la terraza, le bese y le aumente la autoestima, ponga unos brackets en su vida. Su boca se lo agradecerá...

PS. Olvidaba al navegante que me regaló una rosa!

miércoles, 1 de junio de 2011

BLOGVILLE CONFIDENCIAL (sexo por compasión)




La vida en Blogville transcurre pacífica, demasiado. Hace dos años que aún convivimos todos los fundadores de la residencia geriátrica. Bueno, hay quien llega y se va, como Rita y Violette. También Fra Miquel se ha tomado unos días de descanso. Hay nuevos inquilinos que se apuntaron por no tener a nadie que les cuidara en la vejez, como Troyana. Y una pareja de científicos locos que se pasan el día encerrados en la buhardilla que dos años antes ocupaba el Veí: Xurri y su marido. Uno de los primeros nos abandona. Al menos, de momento. Aunque ha comprado un billete de ida y vuelta, pero ésta última sin cerrar. Me tiene mosca desde el día en que dejó de necesitar su bastón y salió por la puerta silbando una bossanova. Regresó cargado de bolsas de la planta joven del corteinglés. Dentro de ellas había media docena de camisas de estilo surfero y sus seis bermudas a juego. ¿Qué cómo lo sé? Porque tuvo la caradura de pedirme unos arreglillos de nada…Olvidaba decir que también vive con nosotros MK y su nórdico. En teoría viven aquí aunque apenas salen de su habitación, y no por estar impedidos, no. Lo contaré más tarde…

Os diré que Violette y Rita llevan dos meses viajando por la Índia en busca de Lahiri Mahayasa, el gurú de Yogananda. Tanta práctica de yoga y comida macrobiótica no podía llevar a nada bueno. En fin, que las echo de menos. Al menos sin Violette puedo fumar tranquilamente en la biblioteca. Me mandaba a chupar mis pestilentes cigarritos liados al jardín. Lloviera, nevara o cayera un sol que ajusticiara. Me pregunto cómo se lo hace Rita para fumar si comparten habitación allá donde estén. Preguntas como éstas me angustian.

Fra Miquel tiene lo que él llama un bajón de fe. A su edad, padre…Pasadas las últimas navidades, se fue al Desierto de las Palmas en busca de respuesta. Supongo que está bien. ¿Qué cómo lo sé? Porque cuando se fue registré su habitación: había dejado el cilicio en el cajón de su mesita de noche y se había llevado un cargamento de extrañas bolsitas de colorines made in Finlandia compradas unos días antes de su marcha en internet. No pude averigüar para qué eran porque oí los pasos renqueantes del Paseante y por poco me pilla in fraganti. Hubiera tenido que aguantar una charla del estilo: mira que te lo tengo dicho, Emily. No se hurga en cajones ajenos…

Ahora el jardín presenta un aspecto lamentable. Y hemos dejado de comer hortalizas frescas de la huerta. Ni el Veí ni el susodicho Paseante han querido hacerse cargo de él. Alegan alergia y lumbago respectivamente. Lumbago…ya te daré yo, Paseante. Pero yo cada día le doy de comer a la carpa del estanque. Me ofrecí voluntaria durante el tiempo que Fra Miquel se ha tomado de retiro. La cuido bien. Le guardo el pan seco y algún que otro mosquito que logro atrapar para ella.

Troyana es de las nuevas. Llegó a la residencia con un cargamento de películas de su época de directora de cine. En blanco y negro y subtituladas. Suerte que cuando nos invita a verlas, a mí me hace efecto la pastilla que me tomo para dormir y echo una cabezadita. Lo peor de todo es que cuando me voy a la cama no hay quien duerma. Es el momento MK. ¿Han probado de lograr el sueño cuando una pareja ha decidido amarse justo en el momento de cerrar los ojos? Ñic, ñic, ñic, ñic. Es insoportable. De nada me sirve golpear la pared con los nudillos, con la ayuda del tacón de un zapato o aporrear su puerta para protestar: son sordos los dos. ¡Así cualquiera! Lo peor de todo es que me siento fatal por protestar. Es muy duro que ella y su nórdico practiquen sexo mientras una pasa la mano por la pared. Yo no tengo sexo ni por compasión. Y lo echo de menos, vaya si lo echo de menos. Aunque acabo de cumplir 75 años hay una parte de mí que aún sigue despierta y no es el cerebro precisamente…

Como ya os he contado, ahora viven con nosotros una pareja de científicos: Xurri y Ferni. Están empeñados en demostrar el efecto beneficioso de los rayos gamma sobre las neuronas. Y como necesitaban cobayas para probarlo, nos ofrecimos voluntarios. Creo que la culpa de todo mi malestar físico es el jugo de pepinos que nos dan en ayunas para contrarrestar los posibles efectos adversos de sus rayos gamma. Aunque la mascarilla de pepino que prepara ella en la cocina me va de perlas para la piel.

Ahora sólo me queda hablar del tándem formado por el Veí y el Paseante.
El Paseante está raro. Bueno, siempre lo ha sido, pero ahora más. ¿Qué cómo lo sé? Porque por primera vez en lo que llevamos de convivencia, cada uno en su habitación, of course, se le ve feliz. Y no soy la causa de su felicidad, no, ¡joder! La causa de su repentina felicidad no es una viejita, no. Es una brasileña de pechos turgentes. ¡Qué cómo lo sé? Pues a los hechos me remito: ya no cojea. Ha dejado de fumar. Se compra camisas playeras. Toma el sol en la terraza para que “ella” le vea saludable cuando por fin se encuentren. Estoy destrozada. Tan destrozada que de momento dejo la crónica por hoy y salgo al jardín para dar de comer a la carpa y fumarme un cigarrito. Hace sol. Me siento en el borde de piedra del estanque y juego con Bruc. Aún le sigue gustando que le tire su pelota de tenis. Como un tontito. Ha envejecido, como yo. Se me escapan unas lágrimas de pena y me lame la cara. Está tan concentrado en su labor que no se da cuenta de que el Veí se ha unido a nosotros para hacernos un poco de compañía.

-Com anem?
-Nem fent…
-Ja ha marxat el carallot?
-Avui se’n va…
-Lia’m una cigarreta d’aquestes teves. La necessito.
-Si que estàs malament tu també…

El Veí calla. Callamos.

-Vols riure una estoneta? –de repente estoy animada.
-A veure…

Le cuento que hace dos días seguí al Paseante. Como me tenía mosca con sus sonrisas, sus suspiros, sus camisas estampadas y su billete de avión rumbo a Maracaibo llegué a la conclusión de que tenía que saber más. Até a Bruc con la excusa de su paseo matinal. El Paseante no caminaba, se balanceaba. Compró el Ara y se encaminó para leerlo sentado en su banco favorito del Turó Parc. Aquel que está junto al estanque. Esperé pacientemente, vigilando que Bruc no me delatara con sus ladridos. El futuro brasileño se tomó su tiempo. Cuando se cansó de leer, limpió los cristales de sus gafas con el delantero de su camisa floreada y siguió la marcha. Para mi sorpresa entró en una farmacia. Él, que en su vida se ha tragado ni un mísero ibuprofeno…Yo le miraba desde fuera, alargando el cuello para ver qué diantre envolvía el farmacéutico. Éste le hablaba al Paseante como si le aconsejara, señalando con el dedo tres cajas blancas. El Paseante asentía con la cabeza baja. Sí, sí, sí. Parecía impaciente por pagar. Guardó el paquete en el bolsillo derecho del pantalón y salió. Yo me oculté detrás de un árbol y esperé para que llegara a la residencia antes que yo.

-Quines pastilles va comprar? –me pregunta el Veí.
-Viagra. Les pastilletes blaves, ja saps.
-Ni idea, no em calen…
-Cony, no et calen perquè ja no fas res de res, com jo.
-Com ho saps?
-Cony, sembla mentida…si a mi no se m’escapa res del que passa a la resi.
-Sí, t’he fet una pregunta ben absurda…
-Bé, però el millor de tot està per venir…Ahir vaig comprar per internet jo també…I avui ja ho tinc a casa. He comprat tres capces de Piagra. Són de fabricacio xinesa, ja m’entens…

El Veí abre los ojos y asiente.

-Piagra per Viagra…El que donaria per veure la cara del carallot quan vegi que les pastilletes blaves no li funcionen…Ha, ha, ha. Ja té raó la Violette quan diu: ets la pera, Emily!

Los dos nos hemos animado. Finalmente el Veí se levanta para estirar las piernas. Parece querer abandonarme. Nos despedimos con dos besos. Da unos pasos y se gira para hablarme de nuevo.

-Què n’has fet de les pastilles bones?

Me pongo la mano en el bolsillo y saco un puñado de pastillas azules. Se las muestro con una sonrisa.

-No creus que és una llàstima no fer-les servir?
-És una proposició indecent, Veí? Finalment t’has decidit?
-Dona…si no tens res millor…
-Ves a dalt i espera’m. Vaig a buscar aigua...

Me quedo pensando. Tres cajas de viagra a 50 pastillas por caja: 150 pastillas azules. Una locura. Al fin sexo, por compasión, o no.
 
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