martes, 25 de marzo de 2008

ABEDULES de Robert Frost


Cuando veo abedules oscilar a derecha y a izquierda, ante una hilera de árboles más oscuros, me complace pensar que un muchacho los mece. Pero no es un muchacho quien los deja curvados, sino las tempestades. A menudo hemos visto los árboles cargados de hielo, en claros días invernales, después de un aguacero. Cuando sopla la brisa se les oye crujir, se vuelven irisados cuando se resquebraja su esmaltada corteza. Pronto el sol les arranca sus conchas cristalinas, que mezcla con la nieve...Esas pilas de conchas esparcidas diríase que son la rota cúpula interior de los cielos. La carga los doblega hacia los mustios matorrales cercanos, pero nunca se quiebran, aunque jamás podrán enderezarse solos: durante muchos años las ramas de sus troncos curvadas barrerán con sus hojas el suelo, igual que arrodilladas doncellas con los sueltos cabellos hacia atrás y secándose al sol. Mas cuando la Verdad se me interpuso en la forma de un hecho como la tempestad, iba a decir que quizás un muchacho, yendo a buscar las vacas, inclinaba los árboles...Un muchacho que por vivir lejos del pueblo sólo sabe jugar, en invierno o en verano,a juegos que ha inventado para jugar él solo. Ha domado los árboles de su padre uno a uno pasando por encima de ellos tan a menudo que nada les dejó de su tiesura. A todos doblegó; no dejó ni uno solo sin conquistar. Aprendió la manera de no saltar de un árbol sin haber conseguido doblarlo contra el suelo. Conservó el equilibrio hasta llegar arriba, trepando con cuidado, con la misma destreza que uno emplea al llenarla copa hasta el borde, y aun arriba del borde. Entonces, de un envión, disparaba los pies hacia afuera y saltaba del aire hasta la tierra. Yo fui también, antaño, un columpiador de árboles; muy a menudo sueño en que volveré a serlo, cuando me hallo cansado de mis meditaciones, y la vida parece un bosque sin caminos donde, al vagar por él, sentirnos en la cara ardiente el cosquilleo de rotas telarañas, y un ojo lagrimea a causa de una brizna,y quisiera alejarme de la tierra algún tiempo, para luego volver y empezar otra vez.Que jamás el destino, comprendiéndome mal, me otorgue la mitad de lo que anhelo y me niegue el regreso. Nada hay, para el amor,como la tierra; ignoro si existe mejor sitio. Quisiera encaramarme a un abedul, trepar, por las ramas oscuras del blanquecino tronco y subir hacia el cielo, hasta que el abedul, doblándose vencido, me volviese a la tierra. Subir y regresar sería muy hermoso. Pues hay cosas peores en la vida que ser un columpiador de árboles.
Versión de Agustí Bartra

viernes, 14 de marzo de 2008

EL MISTERIOSO SUR











Estas fotos son de un lugar misterioso donde crecen nenúfares, y no es China ni los jardines de Giverny, que pintaba Monet. Las hicimos Gemma y yo, en su primera incursión con la cámara rusa heredada.

martes, 11 de marzo de 2008

UN DÍA EL CREADOR



Un día el Creador se aburría, y decidió darse una vuelta por el Limbo. Le gustaba pasear entre los árboles, contemplar a los niños en sus juegos y ver lo felices que parecían. Bajo un manzano, y jugando con tres perros de diferentes tamaños, pero de un mismo color, había una niña que captó su atención. La pequeña tenía unos grandes ojos y una piel morena que contrastaba con el blanco de su vestido de algodón. Su expresión era seria. Pero al levantar la mirada, cuando el Creador se plantó frente a ella, sonrió.
– Dime ¿Cómo te llamas?
– Emily, respondió la niña, y sus manitas continuaron acariciando a uno de los perros.
– Dime, Emily, ¿te gustaría vivir en un mundo diferente a éste?
– ¿Hay otro mundo, Señor? –replicó la niña con otra interrogación.
– Sí, es el mundo que yo creé. ¡Y lo hice en siete días! –contestó orgulloso el Creador.
– Con solo siete días no te debió quedar muy bien, ¡seguro que te dejaste algo! –repuso la pequeña.
El Creador soltó una enorme carcajada. Los otros niños, que también vivían en el Limbo, al oír su risa, abandonaron su juego. Pocas veces el hombre dejaba de lado su expresión adusta. Pensaban que era muy serio, y cuando él pasaba, se escondían entre las ramas. Les había asustado. Pero Emily permaneció a su lado mientras los demás se alejaban corriendo. Además, le gustó la risa que habían provocado sus palabras.
– Si te ríes, estás más guapo. Y no das tanto miedo –agregó la pequeña.
– ¿Doy miedo, Emily? –El Creador parecía confuso– nunca pretendió dar miedo, pero sin duda su barba blanca y su aspecto serio no contribuían a ello.
– A mí, no. Me gusta estar a tu lado, me das paz.
La niña le cogió la mano para que no se sintiera tan solo.
– Ven, sentémonos aquí. Voy a mostrarte el mundo.
El hombre sacó un catalejo, lo desplegó, y lo acercó a los ojos de la niña.
Emily miró y no comprendió lo que veía. Solo había una gran bola de tres colores: azul, verde y marrón.
– El azul es el cielo, el mar y los ríos. El verde son los árboles y la hierba. Y el marrón, la tierra donde crecen.
– ¿Y dónde está mi lugar? ¿En que sitio viviré? –Emily sentía curiosidad.
– Dirige tu mirada hacía un gran río, ¿lo ves?
La niña asintió con la cabeza.
– ¡Hay mucho verde! –exclamó la niña.
–Son campos de arroz. ¿Ves una casa con un tejado rojo frente al canal? Es la casa de tus abuelos. Allí nacerás.
– Vaya, es grande. Veo a mucha gente en ella. ¿Quiénes son?
– Son tu familia. ¿Ves a dos señoras vestidas de negro? Fíjate bien. Son tus bisabuelas, Carmen y Mercedes. A Carmen no le gustan los niños, pero tú serás su preferida. Te cogerá siempre en brazos, y te dormirás acariciando el lóbulo de su oreja.
–Qué cosas más raras haré –pensó la niña.
– Oirás tu nombre, y siempre acudirás en su ayuda. Ahora, mira en la cocina. ¿A quién ves?
– Hay una señora, es guapa.
– Es Rosita, tu abuela. Y Juanito, tu abuelo, está sentado en la salita.
– ¡Sale humo de su boca!
– Está fumando, y esto le va a matar. Recuerda que tú nunca debes fumar.
La niña se encogió de hombros.
– Hay un chico muy guapo, se parece un poco a mí…Es joven.
– Es tu tío. Se llama Juan Alfredo. Cuando cumpla treinta y tres años va a volver a mi lado.
– ¿Por qué? ¿No vas a dejarle envejecer? –volvió a preguntar Emily.
Cómo podía explicarle a esa niña que, aunque no debiera, él también tenía a sus preferidos…Y que les llamaba pronto a su lado, porque estar lejos de ellos le dolía demasiado…
– Venga, sigamos. No veo a tus padres, pero sí a tus dos hermanas. ¿Las ves? Juegan en la terraza, se persiguen entre las sábanas tendidas.
– Parecen contentas. Una es rubia y la otra tiene el cabello castaño y rizado.
– Te están esperando. Las vas a ayudar mucho.
– Parece que siempre voy a estar ayudando a la gente –la niña frunció el ceño– ¿y a mí, quién va a ayudarme?
– Tranquila, para eso voy a mandarte a un protector. No me preguntes, aún no lo he decidido. –El Creador se apresuró a contestar antes de que la niña volviese a preguntar.
– ¿Tendré más hermanos? –Emily volvía a las andadas.
– Falta un niño. Nacerá tres años después de ti.
– Ah…No sé si quiero nacer…Aquí estoy bien. Además, no puedo dejarlos –dijo Emily mirando a los tres perros que ahora descansaban a su lado.
– No te preocupes por ellos. De momento se quedarán conmigo. Les cuidaré en tu ausencia. Más adelante te los mandaré, pero será de uno en uno. No sea que tu familia se asuste, si te mando a ti y a los tres perros. De momento no hay sitio para ellos.
– Pero… ¿vas a tardar mucho? –la niña parecía disgustada. Nunca se había alejado de ellos.
– Lo justo y necesario. Y ahora, Emily, duerme un poco. Te espera un largo viaje. Yo descansaré a tu lado.
– Me queda una sola pregunta: ¿Duele nacer?
El Creador estaba muy confuso. La niña había conseguido agotarle. Se sentía muy mayor para tantas preguntas.
– Si duele, prometo que no te vas a cuenta –respondió el Señor.
– ¿Y vivir? ¿Duele?
El Creador se dispuso a contestar. Le explicó que unos días le daría las gracias por vivir, y otros, desearía no haber nacido. Pero que él siempre estaría a su lado.
– ¿Y cómo voy a saber que estás cerca de mí? –Emily volvía a fruncir el ceño, y hasta apretó los labios.
– A veces, oirás al viento. Seré yo. Moveré las ramas de los árboles, que dejarán caer sus manzanas para ti. Otras veces rozaré tu cara, seré el viento del norte que se desliza por el río, y me sentirás. También seré agua, en forma de lluvia. Seré tierra y hierba fresca. El mar que te envuelve en verano, y el sol que te acaricia... Todo esto seré yo.
La niña se dio por satisfecha y se dispuso a dormir. Se acurrucó entre sus perros, y los besó a los tres. Tardarían en volverse a ver.
El Creador la envió aquella misma noche. Sabía que la echaría en falta, pero aún no había decidido cuándo la volvería a llamar a su lado.



miércoles, 5 de marzo de 2008

SUEÑOS DE UN GANAPÁN


Ganapán: Hombre que se gana la vida con trabajos eventuales que no requieren especialización: nunca saldrás de pobre si sigues siendo un ganapán y no estudias.

Del 14 de marzo al 6 de abril mi hermano expone fotografías. Si se os ocurre venir a ver el sur de Tarragona, podeis ir. Habrá patatas fritas, aceitunas y ganchitos a go-gó.

La foto que adjunto a este post está entre ellas.

domingo, 2 de marzo de 2008

OCTUBRINA Y LOS GIRASOLES


Nuestra Octubrina se va a Londres seis meses, que se nos harán eternos...Gemma lo quiere remediar y sé que quiere comprar tres billetes y darme la sorpresa. Ayer tomábamos café frente al río, y sacó el tema. Como la conozco, y tengo unos años más que ella, la avisé. Ni se te ocurra.! Con quién dejo al perro? Pues con tu hermana Bego. Bruc no quiere a mi hermana ni a mi cuñado...Pues con Sumpta...Bruc no quiere a mi cuñado...Pues con tus padres...No, me harían chantaje emocional...Pues con Marie Claire...Quién es Marie Claire, ahora?...Mary Kate, siempre me equivoco. Ya tiene un perro y tres hijos...Pues con el Paseante! no lo quiere tanto?...Mmmm subes a Barcelona y se lo dejas tres días...Bueno, he pensado, no quiere la custodia compartida? Me lo imagino, trabajando y Bruc mordiéndole los zapatos....No, no es buena idea. Y si nos lo llevamos? Sabes a cuánto cuesta el kilo de perro en avión? Multipliquen 30 euros por once kilos...

Pensándolo bien, las ciudades siempre estarán esperándome...

Este poema se lo dedico entero a la pequeña Octubrina. Es tan guapa y escribe tan bien esos post surrealistas....que da envidia.

LOS GIRASOLES

No conocen la nieve ni han visto a los delfines
Son pequeños, sonríen con toda la grandeza.
Están enamorados de un gigante.
Creen que el cielo amarillo fue su infancia.
Son tan tontos; cuando los mece el viento
Imaginan que es fiesta y que alguien les quiere.
Y se estirazan mucho para ponerse guapos.
El mar suele dormir entre sus manos
Y en todas las leyendas están junto al castillo.
Y como el gran amor ignoran el invierno.
Saludan a las nubes, pero nunca se van.
Pero nunca se van por los caminos.
A veces algo nuestro se aleja con la tarde
Y todos los que han sido florecen en su voz.


José Luis Rey
 
Free counter and web stats