lunes, 8 de agosto de 2011

LA CAJA DE COSTURA




Ante los ojos de un niño, una caja de costura esconde grandes tesoros. Agujas de coser, tijeras, botones sueltos, hilos…Esta mañana la niña rubia ha abierto aún más sus grandes ojos color de miel ante la visión de mi caja de costura. Es de madera, con un departamento para que todos las utensilios, -las agujas de apliqué, el dedal, los hilos-, estén en perfecto orden. No hay nada más frustrante que un costurero desordenado. Y además desmerece a su dueña. La mía me la regaló MK una tarde de noviembre en la que hubo intercambio de regalos. Para Joan una bufanda tejida por ella. Para mí la caja de costura y un collar. Para ella, una colcha de retales con gatos enredados como hilos. En todas las casas debería haber una aunque se use poco. Parece que son de otro tiempo, pero ¿acaso no hay siempre un botón de una camisa suelto, un calcetín con un agujero, una falda con el dobladillo descosido?

Esta mañana mientras cosía, me he acordado de la iaia Rosita y de cómo me mantenía entretenida las tardes de invierno a la salida del colegio. Cuando ya me había enseñado todos los juegos de cartas, cuando ya habíamos dibujado lo suficiente pero yo aún andaba aburrida, me pedía que le ordenara su caja de costura. La tarea me agradaba. Le desenredaba los hilos. Luego pasaba los botones por un hilo con la ayuda de una aguja, y estos quedaban agrupados según su tamaño y color. Después los guardábamos en aquellas cajitas de plástico de color naranja que mi tía MJ le llevaba a mi abuela de la farmacia en la que trabajaba. Lo que no consiguieron nunca ni ella ni mi madre es que me gustara coser. Me cansaba pronto, me faltaba la paciencia que se necesita para ello. Lo curioso es que luego dar puntadas sobre telas ha sido mi profesión.

Cuando termino una labor como hoy ha sido el caso, la miro satisfecha. Y ya busco un nuevo proyecto para coser sentada en el sofá antes de ir a dormir. Como he de ir pensando en lo que le regalaré a la niña rubia por Navidad, creo que ya es hora de que mi madre y yo le vistamos una cesta de mimbre en la que acostar a sus muñecos. Normalmente mi madre se ocupa de las sábanas. Las corta, borda estrellas de colores en el embozo y yo las coso a máquina. Y para que los muñecos no pasen frío, yo me encargo de coser retales para hacer una mini colcha de patchwork. Así pues, queda decidido. Manos a la obra.

Como desconozco si tendré trabajo este otoño, me voy a ocupar en enseñar a coser a mi hija y a su amiga Nurieta. Están entusiasmadas con la idea. Yo haré de profesora sabelotodo con las gafas en la punta de mi nariz y examinaré las puntadas en sus labores. Las reñiré por no usar el dedal, me reiré cuando se claven la aguja en algún dedo. Soy exigente y les haré descoser las costuras si éstas salen torcidas. Pues como diría mi madre: fent i desfent, s’adeprèn. Y volveremos a reír cuando sepan que según el dedo en que se pinchen, tendrán: gust, si se pinchan en el dedo gordo. Disgust, si es en el índice. Carta, en el dedo corazón. Declaració, si es en el anular y amor si la aguja se ha clavado en el meñique. Gust, disgust, carta, declaració, amor.

 
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