jueves, 26 de junio de 2008

ET IN ARCADIA EGO


Tradicionalmente, esta frase se considera un símbolo de la caducidad de la vida, incluso en los momentos más idílicos.

Hoy he disfrutado de uno de esos momentos idílicos. Bruc y yo hemos sido invitados a pasar una tarde en la Arcadia. Me acompañaban mi hermana, su hija y Sam, el perro tranquilo.
Sería bello vivir permanentemente en la Arcadia. Pensar que el tiempo pudiera detenerse. Que fuéramos siempre jóvenes, sin preocupaciones, dejando a un lado los temores que nos ocasiona vivir. Que los niños dejaran de crecer y que lo fueran eternamente. Pensar que nuestros perros estarán siempre junto a nosotros, sin el dolor que causa su pérdida.
Hace poco leí en La Contra del periódico La Vanguardia, una entrevista con el pensador Raimon Panikkar. En ella reflexionaba sobre el silencio. Sobre cómo lo abandonamos a cambio de la “superficialidad banal e insulsa”. “Ruido a todas horas en todas partes para no tener que pensar”.
Hoy el ruido sólo ha sido el rumor de nuestras risas y el ladrido de los perros. Y del chapoteo en el agua…
Habla también el pensador sobre nuestra condición única e irrepetible. “Pero esa singularidad sólo podemos vivirla si renunciamos al pasado, que es sólo un recuerdo, y al futuro, que es una ilusión, y vivimos en el presente tempiterno”. (Esta palabra la ha inventado para definir un tiempo ni largo ni corto, sino único).
He reflexionado sobre si podríamos vivir siempre en el presente. Dejar atrás el pasado y no pensar en el porvenir. He mirado mis piernas, refrescándose en el agua. Han vivido el presente, agradecidas por el descanso. Y por un instante, me he ensimismado, creyendo que estaba sola. Y he pronunciado en voz alta: Carpe diem, Carpe diem, Carpe diem…

viernes, 20 de junio de 2008

EMILY D. VS EMILY M.

El partido del miercoles de la selección no me interesaba. Seguramente veré el del domingo contra la selección italiana (por lo de Zambrotta, ya saben). Así que me tumbé en la cama para releer a Emily Dickinson:
Soy nadie./ ¿Y tú quién eres?/ ¿Eres nadie también?/ Entonces somos dos./ Callátelo. Lo anunciarían. ¿Sabes?
Hasta encontré mi epitafio:
Si yo ya no viviese/cuando los petirrojos hayan vuelto,/ al del pañuelo colorado echadle migas/ en mi memoria.
Luego releí el prólogo de Lorenzo Oliván. Relata el encuentro entre el editor Higginson y Emily D. y su posterior reflexión al conocerla: "era un ser demasiado misterioso para ser comprendido en un breve encuentro de una hora; y el instinto me decía que al más mínimo intento de someterla a análisis se replegaría en su concha".
A veces creo que una pequeña parte de Emily D. vive en mí. Me gusta pensar cómo sería nuestro encuentro. ¿Nos reconoceríamos? Yo le diría que, como ella, llevo a mi perro a pasear junto al mar. Le comentaría alguno de sus poemas, para que me explicara las cosas que, a veces no entiendo. Que tenemos el mismo sentido del humor, aunque parezcamos serias en las fotos. Que, como ella, tengo hermanos que me protegen. Que si no puedo vivir un gran amor, prefiero no vivirlo...

Un viernes estábamos sentados en la terraza de un bar. Junto a nosotros, se sentó también Vincenzo, el italiano más famoso de mi ciudad. Nos tenemos una tirria enorme, pero en el fondo creo que seríamos amigos.
Se sacó un iPhone. Y el señor M. se diririgió a mi y me dijo: ¿Ves? Tiene un iPhone. ¿Y qué le dije yo?: -¿Es de los chinos?
Respuesta de Vincenzo, con expresión disgustada: -Yo no tengo nada comprado a los chinos. Es más: odio a los chinos. Son sucios. Hace poco estuve en París con un chino...y no se duchó en tres días.
Mi respuesta: ¿Y cómo lo sabes?
-Porque compartí habitación con él.
-¿Y dormiste en la misma cama?- segundo ataque mío.
Vincenzo cada vez más disgustado: No, yo en mi propia cama.
Sonó el iPhone. Su interlocutor le preguntó con quién estaba: -Con el señor M., la secretaria y la señorita M., la hermana del señor M., que parece Pippi Calzelungue. ( Aquel día yo llevaba el cabello recogido en dos coletas)
Me reí. Le ignoré y le conté al señor M. lo que me dijo el italiano una vez en la calle, cuando pasé con mi perro: -La signorina con el león...
Vincenzo terminó la conversación por el iPhone, y se interesó por lo que le conté al señor M.
El italiano me miró serio y me dijo: -Tú no eres como tu hermano. Estás siempre a la defensiva.
Me encogí de hombros despectivamente. ¿Cómo no voy a estar a la defensiva con un hombre, que cada vez que ve pasar a una mujer por delante, la puntúa? Pero sé que en el fondo, detrás de ese tipo maleducado, hay una persona correcta, capaz de besar a los niños pequeños. Supongo que añora su inocencia.
Vincenzo me preguntó a qué me dedicaba. Y cuando me preguntan tan directamente una cosa, contesto lo primero que me pasa por la cabeza: -Trabajo de camarera en un restaurante.
Lo dudó y el señor M. contestó: -Es puta, hombre.
-¿Y cuánto cobras?
-Depende del servicio...-Mi respuesta
-¿Por una mamada?
-300 euros.- Subí el precio, rogando que no los llevara encima.
Suerte que al italiano se le hacía tarde. Por que, ¿y si hubiera dejado los billetes sobre la mesa?
¿Cómo habría actuado yo? Ignorando la escena o embolsándome el dinero, haciéndole un gesto para que me siguiera?

Me he preguntado cómo hubiera actuado Emily D. Pero creo que en su tiempo, un caballero no le habría hablado de mamadas.

martes, 17 de junio de 2008

FRANQUI, ¿WHAT CAN I DO?


Hay días que tengo ganas de caminar más de lo habitual. Y entonces decido llegarme hasta el parque. Antes de ser este feo parque, que proyectó algún "lumbrera", era campo abierto, con olivares y algarrobos. Hasta allí me dirigía con Hedy. Qué placer verla libre y alocada, ladrándome para que le tirara la pelota amarilla...incansable.

Procuro tener siempre a mi lado algún compañero de cuatro patas. Tengo la excusa perfecta para salir sin remordimientos y volver luego al trabajo en soledad. Ahora, ya lo sabeis, me acompaña un delicioso perro salchicha de caminar divertido. Me encanta el reflejo de su figura en los cristales, ver cómo sus orejas saltan al compás de su trotar. Escucho música siempre, y hoy me he puesto Senza fine en repeat. Un día, si dejo de escribir durante más de lo habitual en este blog, es que un coche se me habrá llevado por delante, por culpa de los auriculares.

Cada día hago el mismo recorrido y paso junto al jardín del sanatorio para enfermos mentales. A partir de ahora seré políticamente incorrecta, y lo llamaré manicomio. Busco con la mirada a Gora, la golden retriever que desde hace un año, les hace compañía. La acaricio, pasando mi mano entre las rejas. Y me despido de ella hasta la tarde. Los pacientes ya me conocen, y yo les conozco a ellos. Mujeres y hombres de todas las edades, de mirada perdida y fumar empedernido. Están tranquilos, supongo que bajo los efectos de minúsculas pastillitas rosa. Para ellos, soy la chica del perro salchicha. A veces, si me fumo un cigarrillo furtivo, me piden uno...Y se lo doy.

Un día, me gustaría ser invisible y colarme en ese jardín de palmeras, y pasarme un rato con ellos. Que me contaran sus historias y el porqué de su estancia allí. Pero eso ya lo sé. Son los inadaptados, que un día hicieron un viaje prohibido, y ya no volvieron.

Conozco a uno de esos enfermos. Se llama Franqui. Le habíamos perdido la pista, hasta que vi que él también estaba en ese jardín. Sentado en un banco, solo. Se lo comuniqué a mi hermano y me dijo que iría a verle. Franqui decidió viajar. Cuando se fué, era un joven muy guapo. Ahora ha envejecido, pero aún conserva esa sonrisa que le acompañaba, cuando los dos, en un corto espacio de tiempo, tuvimos la misma edad. Mi hermano me contaba que algunos días, Franqui preguntaba: ¿Cómo está tu hermana?

En uno de esos paseos, miré hacia el jardín. Franqui se había dormido, sentado en su banco. Bajé la mirada apresuradamente, para que si despertaba, no supiera que yo le había visto.

Nunca he temido estar junto a los tristes. Muchas veces he bajado a su infierno, a veces sola y otras en su compañía. Y siempre he vuelto a subir, casi siempre indemne. Pero luego me miro las alas, y veo que cada vez quedan menos plumas. Se han ido quemando en las incesantes bajadas. Un día sólo me quedará su esqueleto, y temo que ya no podré volver a subir.

Sé que hay personas que, como yo, tienen alas. Y que buscan nuevas alas, porque las chicas que las poseen, van al cielo. Creo que Franqui también tuvo en su día unas, y las quemó. Un día, me atreveré a hablarle, y le diré que conozco un sitio dónde le harán unas alas a su medida.


lunes, 9 de junio de 2008

CHOCOLATE


Esta noche estaba cansada y me he quedado dormida en el sofá. Me ha despertado un grito: Gooooooooooooooooooooooooooool de Gio! He tardado en reaccionar. No sabía ni qué hora era ni dónde estaba. Casi estaba a punto de finalizar el partido entre Holanda e Italia. Pero he abierto bien los ojos cuando he reconocido a Zambrotta. ¡Hay que ver lo guapo que es! Esta próxima temporada tendré que seguir la liga italiana si quiero deleitame con su presencia. Si suelo ver algún partido de fútbol, es para ver jugadores guapos. He visto que las equipaciones vuelven a ser ceñiditas, como a mi me gustan. Me van los jugadores con hombros rectos, tipo Julio Salinas. Un día hice esta observación en voz alta y mi padre me contestó: -Sí, como los muñegotes que tú pintas...

Después he recordado una tarde de domingo. Mi hermana B. y yo vagábamos aburridas por casa, sin tener plan para la tarde, y decidimos hacer un bizcocho de chocolate. Esperábamos al resto de la familia para el ataque final, cuando oímos un estruendo por las escaleras. Era un rumor tipo: O, O, O....Curiosa, decidí acercar un ojo a la mirilla de la puerta, y vi cómo se acercaban de uno en uno, el equipo entero que, por aquellas fechas, entrenaba mi padre. Miré a mi hermana y le dije: ¡El equipo!,¡ El equipo! Mi padre había tenido la feliz idea de llevarse a casa a todos sus jugadores para merendar después de ganar el partido. De nada sirvió correr a esconderme.

Nos tocó preparar los platos de postre, sacar vasos y sacrificar nuestro precioso pastel de chocolate. Visto y no visto. Acabaron con todo el alcohol del mueble bar, y sólo quedaron unas tristes migajas del pastel en la fuente.

Eso sí, nuestro enorme sacrificio tenía al menos un consuelo. Disfrutamos de la presencia de aquel jugador al que apodaban Choco. Era el más guapo y peligroso del equipo, y no por los goles que marcaba, sino porque era un verdadero matador entre las féminas.

Creo que puedo decir que aquella tarde, nos hubiera gustado que se nos fundiera en la boca un trocito de chocolate, y no precisamente del pastel.

domingo, 1 de junio de 2008

Prefab Sprout - Cruel (Live in Munich 1985)

Escuchad de fondo si leeis The Basketball Boys

THE BASKETBALL BOYS

Mañana toca visita al oncólogo. He acompañado a mi padre en casi todas sus visitas, desde que hace dos años le diagnosticaron cáncer de próstata. Después de la noticia, regresé a casa y les dije a Jesús y a MK que me habían hecho reir el día del fatal diagnóstico. Me enviaron un abrazo y me dijeron que podía contar con ellos para lo que hiciera falta. Lo sabía. Por aquellos días yo pensaba que MK era sudamericana, por la extraña manera que tenía de acentuar. Hasta que descubrimos que las dos éramos catalanas y casi hermanas.
Conozco todos los tipos de cáncer, y sus diferentes tratamientos. Sé más del aparato reproductor masculino que del femenino. En esos viajes hemos compartido taxi con diferentes enfermos y el cáncer que tenían cada uno. Unos de cuello, otros de mama, pulmón y próstata. Cuando a mitad de camino el taxista paraba frente a la entrada del campo de golf y mi padre se bajaba del coche para aliviar su vejiga, los compañeros de viaje me miraban interrogativos y yo contestaba: próstata.
Hay una camaradería especial entre este tipo de enfermos. Llegan al hospital con una bolsita marrón de papel, en donde guardan el camisón del mismo material, que se ponen para la radioterapia. Beben agua de la máquina, se saludan, se preguntan cómo se encuentran, van al lavabo, y esperan pacientemente a que digan su nombre. Entonces se dirigen al lugar donde les espera la máquina que le suministra su dosis diaria para salvarles la vida.
En uno de esos viajes y para mi sopresa, compartimos taxi con la madre de S. su abuelo y una amiga de ellos. Era un monovolumen, y al ser yo la más joven, me tocó sentarme en la parte de atrás, donde supuestamente deberían ir los niños. Mejor: era el mejor lugar para no perderme nada de su conversación. Abrí bien las orejas. La madre y su amiga empezaron a hablar de la convivencia y de las tareas domésticas. Y de cómo cada uno de sus hijos se las apañaba. Su hijo mayor J. no hacía nada. Su mujer se encargaba de todo lo relacionado con la casa, porque ella así lo quería. Sin embargo S. ayudaba a su mujer en todo. Preparaba la comida, hacía la cama, y tendía la ropa. Cerré los ojos y me imaginé como S. ponía pinzas de madera en la ropa interior de su mujer. Siempre he pensado que quieres de veras cuando tiendes unos calzoncillos sin que te importe. Es mi particular teoría sobre el amor.
Mientras, yo me debatía en si me daba a conocer y preguntaba sobre S. o me callaba. Pregunté: ¿Cómo está S.? ¿Le conoces? me preguntó su madre. Fuimos juntos al instituto, contesté. Pues se casó, tiene una niña y vive en V.
Después cerré otra vez los ojos y recordé con una sonrisa esos años. Rememoré todos los momentos que estuvimos juntos. El primer día de instituto ya nos fijamos mutuamente. Tengo predilección por los chicos rubios y altos, y si jugaban al baloncesto como esos hermanos, mejor.
Los paseos por el canal, mientras los otros iban a clase. El vino blanco en la crepería, mientras le explicaba El Imperio de los Sentidos, y la diferencia entre erotismo y pornografía, bajo la mirada cómplice de la camarera. Cuando juntábamos la palma de la mano para ver en cuánto sobrepasaban sus dedos a los míos. Cuando yo le invitaba a chicle...Soy una bromista empedernida. Un día compré un paquete de chicle que al tirar de la barrita te pillabas los dedos. Se lo ofrecí, ¡cómo no! y cayó en la trampa. Después, para que me perdonara le saqué chicles de verdad. Yo soy de las que emborronan los apuntes con dibujitos, para soportar mejor las tediosas clases. Un día se me cayó un dibujo sin que me diera cuenta. Me llamó desde lejos y me lo devolvió con una sonrisa ¿Cómo sabías que era mío? le pregunté. ¿Quién, sino, podría hacer eso? Me sonrojé y continué sola mi camino. Sólo él conseguía que yo abandonara mi pretendida calma. Yo descansaba la espalda en la pared del pasillo, y él se situaba enfrente, apoyando su brazo en la pared y pasándolo sobre mi hombro para que no pudiera escapar, y acto seguido me preguntaba: ¿te depilas las cejas? dejándome sin habla. Pero, ¿cómo podía hacerme este tipo de preguntas?
¡Hasta me pasó su loción antiacné!!!! He viajados dos veces en moto en compañía masculina, una con mi hermano, y la otra junto a él. Se subió, me invitó a que yo hiciera lo mismo, y me enseñó a que me cogiera de su cintura con un gesto. Dios,¡ qué vergüenza!
Los astrólogos aseguran que la mejor pareja es la formada por una piscis y un escorpión. El sentido del humor de un piscis saca a un escorpión de sus nubarrones. Pero yo siempre fuí con él más escorpión que él mismo. Se atrevía a cepillarme los hombros sin permiso, y yo le cantaba: en mi cabeza siempre es Navidad...Otras veces buscaba una silla mientras yo permanecía de pie, y daba unas palmadas en su regazo para que yo me sentara. Y yo volvía a sonrojarme.
Un día acudí a clase con una pulsera de tachuelas, para sorpresa del profesor de literatura, mientras él me miraba divertido. Aquel día entregaban las notas de literatura catalana, y el profesor me felicitó delante de toda la clase por un relato mío. Siempre recordaré la sonrisa de complacencia de S.
Y yo seguía con mis frases ingeniosas, que yo no quería pronunciar, pero que las decía, y cada vez me iba alejando más de él. Sólo conseguimos que aquel año suspendiéramos todas las asignaturas, y volvimos a vernos las caras en septiembre, cuando reanudamos juntos, los estudios en nocturno. Pero ya nada volvió a ser lo mismo. Yo había cambiado demasiado. No estuve con él en el momento que más me necesitaba, cuando su padre murió de cáncer, truncándole así su futuro como abogado. Mi timidez me impidió que fuera a verle y le apoyara en esos momentos, pero espero que si llegó a conocerme bien, supiera que en mis pensamientos yo siempre estuve junto a él. Te juro que yo era una buena chica.
Os aconsejo que mientras me leais, dadle al play en el video de Prefab Sprout. Es la canción que me puse cuando supe que él se había cansado de esperar.
 
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