
Hoy me han dado la confirmación de la fecha que esperaba desde hace tanto tiempo: el 28 de julio, por fin, me quitan los brackets, llamados vulgarmente "hierros". Los he llevado durante casi tres años. En todo este tiempo me ha pasado de todo, pero lo mejor, mejor, es que he tenido éxito con los hombres. Hago recuento, a ver? mmmmmm. Sí. Bueno, tampoco tantos. Si en las mujeres he despertado compasión, ai, pobra, en los hombres he despertado ternura. Os cuento:
Se enamoró de mi humilde persona un músico valenciano. Tonteamos dos meses más o menos. Hasta la noche que le dije adiós después de un concierto de tangos. Antes me había pagado la cena con el dinero que ganó con su último bolo. Supongo que luego debió arrepentirse, lo de pagar la cena, pero no, creo no. Una pena, ya que me ofreció de pintar la terraza del ático de gratis.
Segundo: una noche necesité la ayuda de un operario del gas natural. La caldera del agua caliente no funcionaba. Era un guasón y me pidió de salir a tomar algo por ahí. Le dije que no, que estaba casada. No tienes pinta de casada. Bueno, es que él vive lejos y sólo viene los fines de semana, estará al caer. Como yo reía sin parar y trataba de ocultar los dientes me soltó: tía, ¡la ortodoncia mola! Le despedí con mis brackets a vista y cuando ya descansaba en el sofá, sonó el teléfono: ¿seguro que no quieres que te invite a una cerveza? No, que mi marido ya está en casa. He de colgar que es celoso... Tercero: un italiano me ofreció 300 euros si satisfacía su fantasía erótica de hacerlo con alguien que llevara ortodoncia. Le dije que no. Aún cuando me lo cruzo por la calle, me pellizca los mofletes y me dice: bella! Eres más guapa que Fiona, la novia de Shrek.
Mi sobrino Luigi me contestó a mi pregunta: ¿a que estoy fea con estos hierros en la boca? No, estás más guapa que nunca. Me lo creí, dicen que los niños nunca mienten.
Josep, una de las personas a las que más quiero en este mundo me preguntó por qué llevaba brackets. Le contesté que era una cuestión de autoestima. Endavant, doncs. Le sonreí y me abrazó.
Después hubo un tiempo de calma hasta noviembre del año pasado. Josep. Duró dos meses pero me enseñó a besar mientras nos reíamos de los hierros. Me queda un mes para aprovechar mi éxito con los hombres. A ver si aprendo y espabilo, que se'm passa l'arròs.
Conclusión. Si usted la que me lee quiere un hombre en su vida, que le diga guapa, le pague cenas, le pinte la terraza, le bese y le aumente la autoestima, ponga unos brackets en su vida. Su boca se lo agradecerá...
PS. Olvidaba al navegante que me regaló una rosa!